CapÍtulo IV: ESCOMBROS

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—¿Sabes cómo le llaman a eso? —Kaya jadeaba mientras intentaba seguir el ritmo de Glen porlas calles de Talamh—. Le llaman masoquismo. ¿Sabes lo que es? —El viento soplaba cada vez con más fuerza y cada ráfaga le helaba las mejillas a las jóvenes. Glen metió ambas manos en los bolsillos de la chaqueta. Faltaban diez minutospara las diez de la mañana y sentía que no llegaría a tiempo por lo que apresuró más el paso—. Glen, no tan rápido. 

—Necesito llegar, tú insististe en venir así que no te quejes. Y para que lo sepas, no es masoquismo. 

—¿Entonces qué es? 

No contestó. Había llegado la fecha para la demolición de El Valle. Hacía tres días Sarah y Glen Stevarius se mudaron a casa de los Shumek y hacía dos días atrás la señora Sarah recibió una pequeña cantidad de dinero del Ceann. Supuestamente lo que correspondía a cada familia de El Valle por ceder su hogar. 

Kaya no entendía la necesidad que Glen sentía de presenciar la demolición del lugar que habitó por diecisiete años y ella tampoco se lo había explicado, ni pensaba hacerlo. Era algo personal. Al presenciar la destrucción de su hogar creía que mantendría fresca en su memoria la promesa de no doblegarse jamás ante ningún extranjero. Si ella veía lo poco que a ellos le importaba lo que a la genteTierra sí, tendría más claro en que no eran personas compresivas o amables. Necesitabatener una imagen en su mente de lo que eran capaces de hacer. 

Llegaron a El Valle a las diez y cinco de la mañana. Había tres grandes máquinas apostadas en la entrada del color del acero brillante, piloteadas por gente delAgua. También había unos cuantos de la Tierra, ellos iban a pie y sehallaban equipados con herramientas de obreros. La Ceann de la Uisce se encontraba en compañía del Ceann de Talamh. Melvin parloteaba a Kenna y ellaparecía no prestar atención a lo que le decía. Le hizo una señal con la mano y la máquina que tenía más cercana arrancó su motor. Empezó con un ligero ronroneo, se incrementó y comenzó a moverse. 

Debieron haber sido solo cinco minutos, pero Glen los sintió como años. La primera casa comenzaba a ceder. La máquina la embistió con todo su fuerza, en la parte delantera el vehículo contaba con unas puntas que giraban y penetraba lasparedes. La primera casa cayó. Mientras la máquina se dirigía a la segunda, los obreros Tierra caminaron hacia la casa caída y empezaron a rematar lo quequedaba de ella en pie. Cuando no hubo más que escombros, la segunda máquina prendió motores y comenzó a recoger los escombros que arrojaba sobre una tercera máquina, la cual se retiró una vez estuvo llena. 

—Siempre me ha parecido interesante como la destrucción es tan fácil y además representa un espectáculo tan importante. —Kaya se giró hacia la voz del chico que acabade detenerse al lado de ellas, Glen permaneció con la mirada clavada en las maquinas, pues sabía muy bien a quien pertenecía esa voz. 

—Eres elhijo de la Ceann, ¿cierto? —habló Kaya, y él la observó.

—Sí, tú eres la hija del lavandero, ¿no? —Ian llevaba pantalones azul oscuro y camisa blanca de botones, el cabello rubio lo llevaba desordenado y un riso lecaía sobre la frente—. ¿Cuál era la tuya? —preguntó entonces dirigiéndose a Glen, haciendo que las chispas de ira estallaran dentro de la chica, pero aunasí contestó, conteniéndose.

—Lacuarta. —La máquina demoledora acababa de tirar abajo la tercera casa y de inmediato un nudo se formó en la garganta de Glen—. ¿Vienes a regodearte? 

Voluntad de Tierra [Razas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora