Parte 5

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Beatriz se cambió de ropa siete veces antes de decidirse por un conjunto negro que la hacía ver mayor. Luego se enfundó dentro de un par de botas que llegaban hasta sus muslos y se amarraban por medio de delicadas tiras.

Una vez que se vio a sí misma vestida así, con el cabello teñido de un antinatural azul y los labios coloreados de un rojo oscuro, se sonrió en el espejo.

Muchos años le había costado el disfrutar de su reflejo, y hacerlo en ese momento, le sabía a gloria. Esparció gotas de perfume sobre sus muñecas y escote, y después de observarse por última vez, salió de la reducida habitación y se encaminó hacía la puerta.

***

Fabricio la observó caminando hacia él y sintió que ya no la conocía. Los rasgos de Beatriz seguían siendo los mismos que recordaba: tez pálida, una nariz y labios finos, pecas por doquier. Sin embargo, su mirada se había transformado por completo y de la niña que lo había engatusado años atrás ya no quedaba nada. Dejó escapar un bufido.

- Hola - Tiz lo saludó con una sonrisa y a él le pareció que ni siquiera su voz era la misma de antes. Sus puños se apretaron.

- Hola Tiz. No sabía que vendrías - el maestro decía la verdad. Beatriz había considerado que sería mejor si llegaba y lo sorprendía. El acto fue bien logrado, sin embargo, la sorpresa no había sido del todo grata para él.

- ¿Qué te hiciste en el cabello? - fue lo único que atinó a preguntar.

Beatriz torció los ojos. A su alrededor, un grupo de gente bebía y fumaba, llenando el ambiente con humo y con el ruido que producían sus voces y carcajadas.

- Siempre quise tener el cabello azul - forzó una sonrisa coqueta.

El maestro hizo una mueca que Tiz decidió interpretar como una sonrisa tímida.

- Me da mucho gusto verte - ella dio tres pasos hacia enfrente, reduciendo a 15 centímetros el espacio entre los dos. Dudó por un momento, pero luego colocó su mano sobre el brazo del maestro y comenzó a deslizarla de arriba a abajo.

- ¡Tiz! - escuchar su nombre la distrajo. Volteó hacia el lado derecho y vió a un antiguo compañero de clases acercándose hacia ella. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por disimular la molestia que le produjo la interrupción. Saludó al chico con una sonrisa e intentó mantener la plática corta, en un intento de ahuyentarlo.

- Con permiso - dijo Fabricio después medio minuto. Sin prestarle mayor atención a Beatriz o a su acompañante, se alejó dirigiéndose a la barra.

"Mierda, mierda, mierda" pensó Tiz. Fingió una sonrisa y permaneció escuchando al chico hablar sin prestarle la más mínima atención.

Los siguientes 45 minutos transcurrieron de manera decepcionante para la joven. Ella caminaba de un lado a otro sosteniendo una cerveza que apenas y bebía, y de vez en vez, cuando se daba cuenta de que Fabricio podría estarla observando, se detenía frente algún grupo de gente conocida y fingía estarla pasando bien.

En el minuto 50 las cosas se tornaron todavía peores. La puerta del bar se abrió y en ella apareció una mujer que parecía rondar los últimos veintes. Traía puesto un vestido blanco que se ajustaba delicadamente a su figura, un par de tenis grises y el cabello suelto y sin peinar. Bajo la melena ondulada se hallaba un rostro pecoso sin rastro de maquillaje, únicamente adornado por un aro plateado en la fosa derecha de su nariz. Beatriz volteó los ojos, sintiendo un desagrado inmediato por la recién llegada. La mujer saludó un par de personas, y luego, provocando un remolino de furia en el interior de Tiz, se colgó del cuello de Fabricio y plantó un beso en sus labios.   

Sobresaliente: Parte II (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora