Parte 7

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Andrés le propuso encontrarse en una taquería. La joven se sorprendió de la informalidad de su primera cita, y más aún cuando él no se ofreció a recogerla en su casa. Se puso un vestido, que 25 minutos después descubriría, iba muy poco acorde al sencillo restaurante.

Dentro, en una pequeña mesa de madera envejecida, Andres comía una orden de nachos. La joven hizo una mueca al descubrir que él ni siquiera había tenido la delicadeza de esperarla para comenzar a comer. Se sentó, sintiéndose incómoda.

- Señorita - su acento la envolvió de nuevo, y por un segundo, olvidó su molestia.

Andrés era de esos hombres que rozaban la irrealidad. Tiz lo había conocido en una reducida habitación con luces tibias y música a alto volumen, rodeados de personas que bebían cerveza y reían de simplezas. Andrés, sin embargo, se limitaba a beber café importado y hablaba de teatro y literatura.

Beatriz estaba fascinada.

Para el momento en que él se presentó, buena parte de Tiz ya le pertenecía.

Esa noche, en una ciudad que ella conocía poco (a pesar de haber crecido allí), él la había llevado a explorar un pequeño restaurante que jamás había notado en sus pasos por esa calle.

Andrés le habló de su familia siciliana y le pidió a ella hablar de la suya. Beatriz habló poco, temiendo que las cosas que pudiera decir no serían del interés de él. Al terminar la noche él la acompañó de vuelta a su casa.

Beatriz esperó un beso que nunca pasó; su cuerpo se quedó temblando y se fue enfriando poco a poco hasta llegar al punto de llenarla de desesperación.

Sus padres esperaban adentro.

En el portal de su casa la joven se acomodó el escote, tratando de seducir.

- Niña, basta - dijo él con su sonrisa de siempre y su acento cubano-italiano.

Beatriz se sonrojó y no dijo nada.

- ¿Qué traes puesto?

- ¿Cómo ... - Tiz no entendió la pregunta. En lugar de lanzar una respuesta, se apresuró a cubrirse el escote del vestido con su suéter, que no se había quitado en toda la velada.

- Quiero ver - Andrés dió un paso hacia adelante y ella abrió mucho los ojos.

Él deslizó sus dedos de la mano derecha sin ninguna delicadeza sobre el tejido de la ropa de Beatriz. La apartó, dejando al descubierto un escote triangular en color gris rematado con encaje azul marino.

Andrés no dijo nada y Beatriz tampoco lo hizo. Ambos se limitaron a sonreír; él presa de una sensación vibrante, y ella, inundada por los nervios. 

Sobresaliente: Parte II (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora