Capítulo 9

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Se desplazan en la oscuridad procurando no chocar con algún objeto. Es notable que los sujetos entraron en la casa, el desorden y las cosas quebradas lo evidencian.

— Espérame aquí, no me tardo — Dice Andra dejando a su compañero adolorido, sentado en el sofá junto al perro.

Camina a la cocina en busca comida. Revisa en todos los gabinetes, la mayoría de alimentos ya están descompuestos. Toma lo único que encuentra en buen estado para cenar y en un plato aparte sirve comida para Ragnar. 

— Come, esto te ayudará — Le brinda al volver a la sala y verlo en un estado preocupante —pálido, cansado, empapado por la lluvia y el sudor—. Él recibe el plato lleno de sardinas acompañado con galletas de soda y una botella de agua. 

Andra lo acompaña comiendo unas salchichas, papas fritas y agua. Hambrienta, se lo termina en pocos minutos. Camina hasta la ventana y se asoma con prudencia, revisa que todo esté transcurriendo tranquilamente. Dos hombres en un automóvil negro vigilan la casa desde afuera y cualquier movimiento que haya alrededor. Gracias a la oscuridad, los tres lograron entrar a la casa por el mismo lugar en el que la desafortunada chica escapó aquel día.

Cuando Mike termina de comer, Andra le ayuda a levantarse para ir a su habitación. Al estar  recostado en la cama, la chica busca antibiótico y analgésicos.

— ¿Te duele mucho? — Pregunta al entregarle las pastillas.

— Un poco, solo es cuestión de descanso — Responde él, acomodándose para dormir, después de tragarlas sin agua.

— Está bien, buenas noches — Se despide ella, suspirando cansada.

Caminando por el pasillo con Ragnar siguiéndole el paso, se detiene frente a la puerta de la habitación de su hermana. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, el dolor en el pecho —exactamente en el corazón— se hace presente. No es físico, sí lo fuera, sería más fácil llevarlo, pero ese dolor emocional que le invade desde hace días, solo puede calmarlo teniéndolas a su lado.

Toma valor para entrar. Respira profundo y con inmensa tristeza, camina observando cada objeto. Todo le trae recuerdos. En un instante le han arrebatado su paz y felicidad. Ahora, sólo queda en su interior ira, venganza y un poco de esperanza.
Toma de entre un cajón el pijama que tenía puesto Cristie aquella mañana. Sin poder evitarlo, un leve quejido sale de su boca. Agarrando la prenda con fuerza como si de tal forma pudiera traer a su hermana de vuelta, la acerca a su cara e inhala con emoción su dulce olor. Su llanto incrementa al sentir una pequeña parte de ella.

Yendo lentamente hacia la cama, agarra el peluche preferido de Cristie. Recuerda cómo lo obtuvo: Era un día soleado con el cielo despejado, las tres estaban en el parque de diversiones.

— ¡Mira, mami! Andra lo ha elegido para mí.

Muestra Cristie alegremente un unicornio de peluche de tamaño mediano. Su hermana lo ha ganado en una de las máquinas de gancho que están llenas de peluches.

Su madre sonriendo, le responde: — ¡Qué bonito está! — La toma de la mano delicadamente y caminan hacia un carrito de helados. Las tres piden sabores diferentes. Toman asiento en una banca, bajo la sombra de unos frondosos  árboles y se disponen a disfrutarlo.

¿Podemos traer a Ragnar la próxima vez? — Pregunta la niña entusiasmada.

No, pequeña. Aquí no permiten la entrada de mascotas — Le comenta su madre.

Triste por lo que ha escuchado, Cristie se pregunta por qué no les dejan entrar; los perros son lo más bonito que hay en el planeta, claro está que después de los unicornios, y  de su madre y hermana. 

Confrontando el peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora