Capítulo 11

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— ¡Déjenme! ¡No me toquen! — Exige batallando con patadas al aire.

En la misma planta de la habitación, entran en un pequeño cuarto oscuro.  Varias cadenas  cuelgan del techo y una mesa de hierro con artilugios se halla en un extremo.

— Ya dejarás esa rebeldía — Dice uno de ellos sujetándola fuertemente y llevándola al centro de la habitación, entre tanto, el otro baja las cadenas y se las afianza alrededor de las muñecas y brazos.

Andra, suspendida en el aire y con la punta de los pies en el suelo, se sacude frenética. Los sujetos la han dejado hace unos minutos. Está desesperada, necesita saber de Mike, saber que aún se encuentra con vida. Se siente incompetente, es culpa suya lo que les ha ocurrido, ¿cómo no sospechó de esas personas? Han perdido el vuelo y perdido tiempo valioso para llegar a su madre y hermana.

Espera durante horas que alguien se aparezca. Ya no siente los brazos, quiere salir de allí y correr como nunca.

— Perdona la demora pero tenía cosas más importantes por hacer— Comunica Emir al aparecer abruptamente en la habitación seguido por uno de sus hombres.

Toma asiento en una silla a unos metros frente a Andra. Llama al sujeto moviendo los dedos de su mano y prontamente obtiene una elegante caja pequeña de roble en sus manos. La abre y saca cuidadosamente un puro, lo pone entre sus labios y espera a que sea encendido por su subalterno.

— No perdamos el tiempo, ¡a lo que vinimos! — Expresa y le da una señal al individuo.

Este, acatando la orden, se dirige hacia Andra y súbitamente empieza a arrancarle la ropa.

— ¡No, no! ¿Qué van a hacerme? ¡No, por favor! — Suplica zarandeándose.

Emir, animado de ver aquella escena, empieza a reír en medio del humo que exhala su boca.

Humillada e indefensa, en medio de la siniestra habitación, llora desnuda en silencio con la cabeza gacha.

— ¡Vamos, Dan! ¡Que esto apenas comienza!

El olor a tabaco empieza a marearla y teme por lo que pueden hacerle. Escucha que remueven aparatos sobre la mesa. En un instante, sin esperarlo, libera un grito desgarrador al sentir la piel abriéndose en su espalda. Consecutivo, tres latigazos más le azotan la espalda. Llora desconsoladamente y se revuelca del dolor.

— Así es como se debe domar a una perra — Expone Emir con displicencia viendo a Dan empecinado destrozando la espalda de Andra.

Cuando se ha aburrido de verla recibir cuantiosos latigazos, le pide a Dan que se detenga. Se pone de pie y camina hasta ella. Observa con placer las heridas y la sangre escarlata que brota por ellas.

— No toques su cara. En unas horas tiene que ir a complacer a muchos hombres y no quiero que rechacen a la miserable — Sonríe malévolo, sucesivamente hunde el candente puro en el cuello de la chica y da la señal a Dan para que continúe torturándola.

Los gritos lastimeros vuelven a inundar el cuarto. Siente brazas en la espalda, no cree poder aguantar más, se encuentra muy débil.

— Bueno, ya. Detente — Ordena repentinamente Emir. — Ve a buscar a Lea. Que la bañe y le cure la heridas.

Dan obedece y sale de la habitación.

— Hasta aquí van tus lecciones de hoy — Le informa a la vez que pasa suavemente el dedo índice por una de las heridas. — Pero no te preocupes, mañana tendrás más — Se lleva el dedo a la boca y chupa la sangre que ha quedado en él. Cierra los ojos, toma aire por la nariz y luego sonríe.

Confrontando el peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora