* Después de tanto perseguir al horizonte, me di cuenta que debía seguir el camino, porque el horizonte estaba bajo mis pies.
–Fernando G Arrieta
Llevaba dos horas aproximadamente viajando en tren, eran muy pocos los trenes que se dirigían a Michigan, y paraban en muchas partes a recoger pasajeros. Por el momento iba sola, así que podía tenderme en todo el asiento y dormir, eso era lo único placentero de viajar sola, tener tu espacio.
El paisaje era precioso, lo que más me gustaba era el verde intenso de los árboles, y el tren pasaba por bosques completos, por grandes masas de agua, por campos, y así, escuchando música me quede dormida cómodamente en el vagón, perdí la conciencia del tiempo que llevaba en el tren, estaba mucho más cómoda que antes, incluso pareciera que tenía almohada. Un momento, ¡¿Cuál era mi almohada?! Lentamente me di vuelta y abrí los ojos, llegando a ver otros ojos color miel muy concentrados en observar el paisaje. Mis neuronas no funcionaban, se habían fundido. Porque no lograba comprender que hacia mi cabeza en las piernas de este extraño, que por cierto resultaban muy cómodas como almohada. Rápidamente me incorpore, y me senté derecha. El extraño pareció no percatarse y seguir mirando el paisaje, ¿Pero que se creía?
-Disculpa, ¿Quién eres y que haces en este vagón? Estaba molesta, habían invadido mi espacio.
-Quien soy no te incumbe, y compre un pasaje a Michigan, y por lo visto este era el único vagón disponible.
-Podías haber ocupado el asiento de enfrente, está desocupado. Contesto más molesta por su respuesta, sin mirarlo a la cara.
- No, el pasaje que compre señala que debo usar este vagón, además te veías bastante incomoda cuando te vi y conmigo dormiste profundamente, ¿O me equivoco? Y estamos a punto de llegar, solo mantente callada.
Pero que mal educado. Decidí cambiarme al asiento de enfrente, y solo entonces pude observar detenidamente al extraño. Parecía joven, a juzgar por su cara debía tener unos 17 o 18 años, tenía el pelo café claro y estaba levemente bronceado, era alto tenia las facciones de la cara muy marcadas, y aunque me costara admitirlo era guapo, pero su actitud contrastaba con su belleza, era un maleducado. ¿A qué chico se le ocurría hablarle así a una chica?, menos si la acabas de conocer.
- ¿Ya terminaste con la observación, o tengo que quitarme la polera? Así lo haríamos más interesante, responde sonriendo de lado sin dejar de mirar el paisaje.
¿Disculpa? No me lo podía creer, ¿Cómo me hablaba así? Se notaba que estaba llegando a Michigan.
- Escucha idiota, una cosa es que seas un maleducado, y que tengas el ego más grande que tu cerebro, y otra es que te metas en lo que no te importa y no sepas de lo que hablas. Si quieres que me mantenga callada, cállate tú también. Respondo emputecida.
- Uyuyuy, tranquila princesa, bienvenida a Michigan. Era solo una broma, soy Fred. Frederick Chipery. Estrechamos las manos.
Pero qué extraña forma de conocernos, ya me caía bien, lo mire de nuevo seria, levantando la vista, y comenzamos a reír desenfrenadamente. Estuvimos así por un largo rato, no lo podía creer, aún no había llegado a Michigan y ya había hecho amigos.
- Pero ya, enserio, ¿Quién eres tú? No te había visto nunca antes por aquí, recordaría una cara tan bonita.
- ¡Pero que halagador! Soy Sam. Samantha Wingster, y no soy de aquí, vengo de Kansas.

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Un verano de locos
Teen FictionLa vida de una adolescente puede ser difícil, y mucho mas cuando la vida te juega malas pasadas, pero lo que no sabemos es que las malas pasadas pueden terminar siendo buenas, en especial si quien es parte de ellas quiere formar parte de tu vida ¿Se...