5. Bailando

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* Si la vida es una fiesta, quiero que me saques a bailar.

Apenas llegamos los chicos se fueron hacia el bar, dejándome sola. Yo, por mi cuenta comencé visualizar la pista, pero cada vez me sentía más extra, quizá no debería haber venido. Cuando de repente aparece, nada menos que mi compañero del tren, Frederick. ¿Cómo podía resultar siendo siempre mi salvavidas personal? Al comienzo hizo el papel de almohada, y ahora el de bailarín, definitivamente seriamos amigos en un futuro cercano.

-Hola, chica del tren, te dije que nos volveríamos a ver, Michigan es pequeño, y todo adolescente que tiene vida social aquí se conoce. Y francamente cuando te vi, supe que no eras de esas ratas de laboratorio. Ahora dame tu teléfono, debo grabar tu número.

Lo había olvidado completamente. Había prometido que si nos volvíamos a ver le daría mi número.

-Sí, claro. Y gracias por el cumplido.

Sonrió y le tiendo el aparato, al mismo tiempo que empiezo a mirar alrededor, y descubro unos ojos azul profundo mirando atentamente, sin despegar la vista, desde el bar. Era cris, tenía un vaso rojo en la mano y no despegaba su vista. Intrigada me di vuelta, pensando que miraba detrás mío, pero sorprendida me di cuenta que detrás mío no había nadie. Entre tanto Frederick grababa mi número y me tendía el teléfono de vuelta.

- Escucha, te ves un poco sola, y francamente no creo que tu primo sea una muy buena compañía, en especial pasada una hora, así que si quieres te presento a mis amigas, son encantadoras! Gradecida lo seguí, alejándome de la mirada de cris. Y pasado un momento, me encontraba bailando en la mitad de la pista, con las amigas de Fred, que por fortuna resultaron ser más simpáticas de lo que me imaginaba.

La música de acá era diferente a la que yo solía escuchar, pero estaba llena de vida, de movimiento, y no podía dejar de moverme al compás de la música. Lo estaba pasando muy bien, años luz mejor de lo que me había imaginado, y las amigas de Fred eran muy divertidas y hacían pasos muy chistosos, hasta que comenzaron a poner música muy encendida, y me volví a topar con los mismos ojos azules que me habían estado mirando un rato antes. Solo que esta vez su expresión ya no era pensativa, estaba serio. Y no me daría vuelta pensando que miraba atrás mío, porque sabía que me miraba a mí, y solo a mí. Así que comencé a jugar con su mirada, tentándolo, a yo ni sabía a que. Solo quería provocarlo, porque era divertido. Pero cuando volví a mirar ya no estaba, así que me di vuelta, decepcionada. Solo que al hacerlo, me di cuenta que lo tenía en frente mío, mirándome directo a los ojos. Me tomo de las muñecas, y me saco afuera del grupo, nos alejamos un poco de las amigas de Fred, hacia un rincón. Tenía las manos heladas y me tomaba fuertemente de las muñecas.

-¿Bailemos? Dice tomándome de la cintura para acercarme más a él. Pero yo asustada me apresuro rápidamente a responder

-Nose bailar así.

-Yo te enseño.

Y eso basto para que tomara mis manos y las pusiera en su cuello, moviéndose al compás de la música, era muy buen bailarín. Y yo deje que el momento fluyera. Miraba a todos lados, estaba inquieta, porque él no dejaba de mirarme, me incomodaba un poco, me hacía sentir nerviosa. Cuando, de repente ponen una canción más lenta, y sin darme cuenta comenzamos a movernos hacia un rincón de la pista. Y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba contra la pared, y los labios de cris en mi cuello.

-No sé si esto es lo correcto, respondo tratando de empujarlo con mis barreras aun altas. Entonces agrega

-Es imposible olvidar a alguien como tú, chica del árbol. Y esas palabras hicieron que de una vez por todas mis ojos enfrentaran los suyos, una mirada me basto para entender que él lo recordaba todo, en especial la escena del árbol.

-¿Cuándo ibas a decírmelo? Añade, subiendo mis piernas a su cadera, movimiento que sigo de forma involuntaria. ¿Qué me estaba pasando? Yo no era así.

-Nunca, respondo seria, tratando de correrle la cara y no mirarlo, en un gesto de superioridad, pero entonces, toma mi cara entre sus manos, y comienza a besarme, sin soltarme, y yo dejándome llevar por la situación le sigo, cuando de repente vuelvo a la realidad, y de un salto me libro de él y me dirijo hacia el bar. En ese preciso momento me sentía como una estúpida utilizada, mientras que el seguía mirándome desde el rincón, claro, debía estar más borracho que una cuba, y yo la tonta le había seguido el juego, siendo que sería una más en su lista. Sin darme cuenta, un vaso rojo choca el mío, y yo sumergida en mis pensamientos después de un rato me dispongo a ver su procedencia, era Fred.

- Valla valla, quien diría que tú estarías en la esquina de la pista con cris Hamilton, te veías más santa en el bus. Y el problema era que yo era totalmente santa, pero no entendía que acababa de ocurrir. A sí que comienzo a decir

- Él se me lanzo, y no sabía qué hacer.

-Bueno, bueno, siéntete afortunada, porque cris Hamilton no va tras cualquiera. Responde con una sonrisa. Pero yo me sentía de todo menos afortunada, me sentía utilizada y tonta, y si me volvía a encontrar con él le dejaría las cosas bien claras. La noche aún era joven y esperaba que no sucediera nada, pero no iba a dejar que este incidente arruinara mi noche así que volví a la pista con las chicas, que seguían ajenas al mundo exterior, divirtiéndose.

Así fue el transcurso de la noche, no sucedieron más incidentes y no volví a encontrarme con cris. Con las chicas intercambiamos los números, todas eran muy simpáticas, definitivamente nos volveríamos a encontrar. De cierto modo estaba un poco triste por no haber vuelto a ver a cris, pero se notaba su intención, y que hubiera desaparecido lo confirmaba.

Entonces revise mi reloj, eran las dos de la mañana. Esa era la hora en que habíamos decidido que era prudente irnos, y nuestro punto de encuentro era el jeep de mi primo. Así que me apresure a salir, pero cuando llegue no estaba. No había rastro del jeep, se habían ido sin mí, genial. No lo podía creer, si apenas eran las dos con cinco minutos. Volví a la casa buscando a alguno de los chicos, pero no encontré a nadie, así que decidí comenzar a caminar por la carretera. Muchos autos me hacían luces, pero yo los evitaba, en todos los autos había extraños.

Llevaba como media hora caminando, y a pesar que distinguía el camino y estaba sobria, quería tirarme por el acantilado. Estaba muy cansada, y sabía que me faltaba mucho para llegar a casa de mis tíos. Si tan solo no hubiera sido tan estúpida y le hubiera pedido a alguna de las chicas que me lleve, o incluso a Fred, pero ni siquiera se me había pasado por la mente la idea de que se podrían olvidar de mí. Decidí sentarme en una roca cercana al acantilado para descansar un rato, me dolían mucho los pies, y después de eso todo se volvió negro.

Un verano de locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora