9. Abriendo los ojos

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*La vida tiene tres accidentes geométricos. Círculos viciosos, triángulos amorosos y mentes cuadradas.

Da rabia a veces, cuando nos damos cuenta de que las personas tenemos una forma limitada de ver las cosas. Solo nos damos cuenta de la las cosas que queremos ver. Es por eso que a veces ignoramos las intenciones de las demás personas. Porque simplemente no nos importan. Pero cuando nos equivocamos, es cuando nos damos cuenta de lo que en realidad nos importa. Como si el rompe cabezas empezara a encajar. Supongo que es un ciclo, porque si no nos equivocáramos, probablemente no nos daríamos cuenta de las cosas que verdaderamente importan. Sin embargo, hay personas más cerradas que otras, y hay personas que simplemente nunca se dan cuenta. Y cometen siempre los mismos errores. Quizá porque saben cuáles son las consecuencias y no les importan, o como en mi caso, se dejan llevar por el momento. Pero las personas nunca olvidan, a pesar de que la memoria se les dé mejor a unos que a otros, pues el pasado siempre está.

Fue solo después de ese gran monologo interno, que me di cuenta de lo que había hecho. Había dejado solo a Frederick por más de 30 minutos, quien había estado conmigo desde mí llegada a Michigan, y se había comportado amigable y comprensivo en todo momento por ir a hablar con Chris. Sin siquiera darle una explicación. Si no hubiera vuelto a mi pieza en su búsqueda y hubiera encontrado con que no estaban ni él ni sus cosas, probablemente no lo habría comprendido. Sin él me encontraba sola en esta ciudad. Él había demostrado ser mi único amigo, y me había ayudado en momentos que jamás creí posibles. Y yo seguía ahí, estupefacta, sin poder asimilarlo. Como había sido tan ciega estos últimos días, porque no había sido más simpática con él. Sin duda la causa de su marcha era mi culpa. Y lo peor era que por el momento no podía hacer nada, porque tenía su celular apagado. Quizá apropósito para evitar mis llamadas.

Lo peor de todo era que no tenía ninguna gana de bajar a estar con Chris y los chicos, simplemente me sentía demasiado culpable como para bajar. Qué sentido tenía. Solo haría que mi primo se enfadara más y Chris pasara un buen rato, mientras yo estaría ahí llena de incontenibles remordimientos, porque probablemente había perdido al mejor amigo que podría haber llegado a tener. Y todo por no saber priorizar. Era obvio que Fred iba antes que los estúpidos celos de Chris que malinterpretaron todo.

Me lancé en mi cama, y mientras pensaba que hacer, me decidí por lo más loco, sería un nuevo reto. Pero estaba dispuesta a hacerlo.

Una hora después...

Me encontraba en el bar de la disco, tomando algo suave y buscando a Fred por todos lados. Antes de que él se marchara sin despedirse había tratado por todos los medios de que lo acompañara a una fiesta, que se supone seria aquí. Así que este debería ser el lugar perfecto para encontrarlo y disculparme.

Entonces lo vi, de espaldas, caminaba dando tropezones. Estaba ebrio. Iba vestido completamente de negro. Cuando de repente se da vuelta, y nuestras miradas se encuentran. Me sonríe. Definitivamente estaba ebrio.

Camino para acortar la distancia entre nosotros.

-Hey, ¿Cuánto has bebido? Le pregunto

Se hace el tonto, y se ríe.

-¿Yo? Por favor, solo una copita. Responde

-De hecho, pensaba que estabas ocupada.

-Estaba, tú lo has dicho, y por cierto aun no has bebido lo suficiente para olvidar, replico.

Entonces me sonríe, me toma por las manos y me lleva a la pista de baile. Antes de llegar pide otro trago y se lo toma al seco haciendo caso omiso de las consecuencias.

-¿Y tus amigos? ¿Viniste solo? Eso sí era algo que me preocupaba, porque en ese estado no podría llegar sin ayuda a su casa.

- La única persona que me importa ahora está al frente mío. Entonces me sonríe.

- ¡Que coqueto! Aunque no te creo, si te importara me habrías contestado a alguna de mis llamadas, respondo.

-¿Si hubiera contestado, estarías aquí? Me mira, y un destello fugaz aparece en sus ojos.

- Buena jugada. Respondo. Entonces me toma por la cintura, y apoya su mentón en mi hombro mientras bailamos.

-No estoy jugando, Sam. Voy enserio. Aunque aún no te das cuenta y se me adelanto ese tal Chris. Pero te voy a demostrar que soy mejor. Por ahora solo bailemos.

Bailamos por más de media hora. Estar con Fred era diferente, él era simple, divertido y la personificación de todo lo descomplicado. Sin darme cuenta fui perdiendo la noción del tiempo. Pedimos unos cuantos tragos, y luego todo se fue tornando borroso, pero lo estaba pasando de maravilla. Supongo que hace mucho que no iba a una fiesta tan buena, o con las personas adecuadas. No recordaba hace cuánto había reído tanto por última vez.

Y de pronto terminamos en uno de los sillones, el contando historias de su infancia, que por cierto, solo se entendía la mitad. Y yo riendo con claustrofobia. De pronto se abren las puertas de la entrada con fuerza, y como no, entra mi primo con séquito, incluido Cris. ¿Acaso esto podría empeorar? Porque ya estaba cansada de jugar ping-pong cuando la pelota era yo. Así que fingí no darme cuenta de sus presencias y continúe riendo. Probablemente el alcohol me daba coraje. Pero en cierto modo ya no quería más problemas por esta noche. Me daba lo mismo lo que pensaran, no iba a repetir el ciclo.

Un verano de locosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora