Primera parte. Capítulo 4.

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Anais levantó su mano y rascó su mejilla suavemente mientras observaba a sus dos asignados subir a dos diferentes automóviles. Miró el que tenía delante de si y luego al General.

—¿Es idea mía o ellos se odian?

Él sonrió un poco.

—No, no es idea tuya y me disculpo. Gabriel y Jeremy se han llevado así desde siempre, no pienses que tiene que ver contigo.

—No lo hago —confirmó.

Era obvio que se odiaban desde mucho antes.

—Sabe a qué se debo este.

—¿Quién sabe? —dijo él —cuando los conocí ya se llevaban así, y lo más extraño es que fueron vecinos cuando niños.

Ella observó los vehículos. El General le abrió la puerta del automóvil.

—No te preocupes, en un tiempo más iré a ver cómo van las cosas, si las situación se torna grave, cosa que no creo, yo los pondré en su lugar.

Ella sonrió un poco.

—Los va a regañar —dijo un tanto divertida.

—Más que regañar incluso, ambos son solados bajo mi mando —él le guiñó un ojo —así que sé cómo sacar las tonterías de sus cabezas huecas.

Volvió a reír e ingresó al vehículo.

—General —lo llamó antes de que se alejara, él la miró enseguida —puedo pedirle un favor —él asintió —me gustaría… —no supo cómo decirlo —vera, yo era científica en la tierra y me gustaría saber más de este mundo y…

—¿Quieres que te ayude a obtener información? —dijo él.

Asintió enseguida.

—Lo que puedo hacer es hablar con algunos científicos de la central para que te envíen libros e informes.

—¿No habrá problemas en que yo vea todo eso? —él negó enseguida.

—Toda la información de este lugar es publica, cualquiera que se interese lo suficiente puede obtenerla,  claro —agregó él serio —si existen ciertos temas que son de seguridad y por ahora no podrás llegar a ver, pero con todo lo demás no debería haber problema.

—Es comprensible —dijo enseguida —gracias. Me conformo con entender un poco más este lugar. No me gusta estar sin hacer nada mucho tiempo —murmuró.

Él sonrió y asintió.

—Veré que puedo hacer.

Ella asintió y se despidió.

Cuando el automóvil se puso en movimiento observó enseguida el lado del conductor, soltó un bufido. Al parecer en ese lugar la tecnología era más avanzada.

Una hora después el automóvil se detuvo, justo frente a una casa de dos pisos con un jardín enorme. La casa estaba sobre una colina pequeña y una agrupación de árboles la rodeaban por la derecha e izquierda.

Cuando bajó por fin, estiró su cuerpo y miró alrededor. Un segundo después observó los otros automóvil detenerse, los hombres también bajaron y observaron alrededor.

Anais miró la casa y bajó los brazos, fue allí que lo escuchó. Era un suave sonido, tranquilo y constante.

Cuando captó lo que era abrió la boca incrédula y prácticamente corrió hacia la colina. Sabía que la seguían y no le importó, solo agarró su vestido y lo subió para poder correr mejor, y no se detuvo hasta ver lo que había al otro lado.

La pasión de Anais.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora