Anais sonrió y tocó el microscopio en la mesa, había otro que también parecía uno a su lado pero no estaba segura.
Ya habían pasado dos semanas desde que se fue a vivir a esa casa y por fin su laboratorio estaba listo. Ella observó el techo y los detectores de humo junto a algunos rociadores de incendio. Cerca de la entraba habían cuatro extintores, todos para usos diferentes.
Sí que se habían asegurado de que todo estuviera en su lugar. Su nuevo laboratorio tenía una computadora, diferentes maquinas, una librería en el otro lado junto a dos sillas, otro mueble repleto de diferentes químicos y demás, y otro con todo el equipamiento que pudiera necesitar.
Tocó la ropa que colgaba a un lado, la camiseta de mangas largas y cuello alto, hecho de un material especial y los pantalones.
—¿Y? —preguntó Gabriel, lo vio de pie al lado de la puerta.
—Esta perfecta —le dijo sonriendo, él le devolvió el gesto.
Gabriel se acercó y tocó la camiseta que había estado examinando.
—Esta la conseguimos en el cuartel, la usan los científicos de allí, para evitar quemaduras.
Anais asintió y observó el mueble con libros y dos sillas.
—Me gusta eso —le dijo.
—Idea de Jeremy —lo miró al oír la molesta en su voz —no soy de pensar que sea muy correcto tener libros en un laboratorio, pero insistió tanto en que te iba a gustar, que al final solo acepte.
—Es agradable —murmuró —y puedo salir a la playa para leer, mejor aún.
Él sonrió suavemente y observó hacia un lado. Anais estudio su perfil unos segundos con ganas de preguntarle muchas cosas, poder probar otras tantas y de averiguar sobre todo lo que había alrededor.
Le intrigaban mucho estos hombres, sobre todo la forma en que se llevaban. Gabriel y Jeremy solo discutían pero, parecían que se comunicaban de esa forma. Jamás hablaban, casi de nada excepto cuando ella estaba entre los dos. Parecía que se calmaban cuando la veían cerca, se controlaban.
A veces entraba a alguna habitación y ambos estaban discutiendo por cualquier tontería. Al verla dejaban el asunto y fingían que no pasaba nada malo.
—¿Qué? —le preguntó Gabriel y se giró hacia ella.
Anais se sonrojó enseguida y observó el mueble a su lado, como si fuera muy interesante.
—Solo… —lo pensó —estaba pensando.
—¿En qué? —preguntó él, lo miró —¿quieres ir a caminar?
Anais sonrió y asintió.
Cuando ya estaban caminando descalzos por la arena ella suspiró. Gabriel iba a su lado, caminando más cerca del agua, permitiendo que las pequeñas olas mojaran sus pies. Observó su cabello rubio y como lo afirmaba en una pequeña cola de caballo. Enseguida se lo imaginó con el cabello suelo, desnudo en la playa, con su cuerpo mojado por el mar.
Se sonrojó a un más de lo que creyó posible y dejó de mirarlo enseguida.
Increíble, pensó, en su casa solo se había sentido atraída por unos pocos hombres pero nunca había sido de esa forma. Tan rápido, o con tanta imaginación, lo común era que le gustara alguien y luego dejara de pensar en eso, siempre tenía cosas más importantes que hacer. Una nueva investigación, la comprobación de otras teorías, descansar. Nada más.
Quizás era el planeta, pensó, el agua o la comida, y los hombres, pero algo debía haber por allí que despertaba de esa forma su deseo.
—¿En qué piensas tan profundamente? —ella se congeló y observó a Gabriel a su lado, estaba a apenas unos centímetros de distancia.
Y otra vez se sonrojó.
—Yo… —tomó aire y preguntó, como toda investigadora —¿Por qué siento tan atraída por ustedes?
Gabriel solo la miró un segundo antes de soltar una carcajada. Anais arrugó su frente, no le parecía gracioso, era incluso preocupante.
—Es… raro —le dijo, él dejó de reír y la miró.
—¿Por qué?
—Porque jamás me había pasado algo así.
Él la observó curioso.
—Jamás te habías sentido atraída por un hombre —ella negó.
—Quiero decir que jamás me había pasado eso tan rápido, los conozco de hace dos semanas y ya ambos…
Se calló y observó hacia el mar.
—Somos tus asignados Anais —no lo miró —ambos, para mi desgracia, fuimos seleccionados para ti, en base a mucha información. Desde tus gustos hasta tu genética.
Ella arrugó su frente.
—Pero eso quiere decir que a ustedes los eligieron para mí, no que a mí me eligieron para ustedes.
Él negó enseguida y se pasó a su lado, lo miró.
—Piensa, si somos elegidos tan meticulosamente porque no nos sentiríamos atraídos hacia ti, sino fuera así habrían problemas, no crees —ella se encogió de hombros.
—Pero, míralo de esta forma, tú y Jeremy siempre están discutiendo, no se supone que eso es un problema —él arrugó su frente —no deberían llevarse bien si son tan parecidos.
—Parecidos —repitió él.
Asintió.
—Ambos deben tener muchas cosas parecidas si fueron seleccionados para mí.
—Pero fuimos seleccionados para ti. Yo fui elegido para ti, para ser tu compañero, no para establecer una amistad con él ni nada.
Ella observó otra vez en mar.
—Los polos opuestos se atraen —murmuró —y cuando son iguales se repelen.
—¿Qué quieres decir?
—Que tú y yo somos diferentes, pero que tú y Jeremy son iguales, por eso pasa esto.
Gabriel la estudió unos segundos, luego sonrió suavemente.
—Una forma interesante de describirlo.
Una forma preocupante, pensó ella.
Porque tanto los polos podían seguir siempre iguales, eso quería decir que ellos siempre se llevarían mal, o cambiar, lo que era peor, porque daría como resultado que ya no se sintieran atraídos hacia ella.
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La pasión de Anais.
RomanceNovela Romántica y Erótica. Serie Nuevo Edén Libro Tres La pasión de Anais "Anais pasó de buscar a su amiga perdida, a recorrer un bosque, a ser perseguida y raptada por un grupo de hombres, y a estar delante de un grupo de ancianos mientras estos d...