Junio 1916
Querida Candy:
Confío en la suerte que ahora esta de mi lado, que esta carta llegará a tus manos. Confío en que esta misiva no la arrojaras a la basura y que tu bondadoso corazón te hará leerla.
Hace unas semanas te vi caminar por las calles de Nueva York, se te veía tan hermosa. Quise acercarme a ti y saludarte y por qué no, estrecharte fuertemente tanto que tu aroma quedara nuevamente en mí. Más aquel mal recuerdo de esa noche en que nos separamos, me hizo detener y en un abrir y cerrar de ojos desapareciste.
Desde ese día te he recordado con más fuerza, he añorado hasta el cansancio aquellos días en el San Pablo, aquella noche que te conocí, en la que sin darme cuenta te entregue mi amor. Disculpa si estas líneas han reanimado heridas que tal vez ya han sido sanadas por algún nuevo amor. Yo no he podido olvidarte y sin proponérmelo alimento este amor con ilusiones que llevan tu nombre.
No pretendo, ni espero respuesta a esta carta, solo que no quise guardarla con las otras tantas que te he escrito. Perdona a este tonto hombre que sigue profundamente enamorado de ti.
Recordándote con mucho amor.
Terruce Grandchester
P. D. Eres y seguirás siendo el amor de mi vida.