Capítulo 12

413 27 1
                                    

Abrí la puerta y no me pude creer lo que ví en la ventana. Sin duda, no me esperaba aquello para nada y me pillo desprevenida. ¡Estaba vestida con una camiseta de tirantes y pantalón corto! Ya sabéis lo poco que me gusta que se vea mi cuerpo, cuanto menos, mejor. Y ese señorito ya había visto demasiado. Encima, mi habitación era una leonera con todo tirado por todas partes.

Dude entre si ir a abrir la ventana o dejarlo ahí plantado. La segunda opción era muy tentadora, pero en la calle hacía frío y todavía no soy tan mala. Me acerqué a la ventana de la terraza de mi habitación y vi que además, estaba nevando. A lo mejor era buena idea dejarlo ahí un rato sufriendo. 

- Belladonna, abre de una santa vez. Tenemos que hablar y lo sabes.

- Una cosa es que tengamos que hablar y otra que te presentes así a mí casa cuando todos los vecinos te pueden ver haciendo el rídiculo. ¿Sabes que hay puertas y timbres y lo de Romeo subiendo por el balcón está muy pasado de moda? 

- ¡Donna, o me dejas entrar o juro que rompo la ventana! -reí a carcajada limpia. Me encantaba ver como no podía hacer nada y estaba manejando yo la situación. Además de verle haciendo el rídiculo ahí fuera. Fijo que quería matarme en estos momentos. Me fije en que cada vez la nieve caía más y decidí que ya podía entrar, pero todavía me debía una explicación a este numerito. Además, ¿cómo había encontrado mi casa? Abrí la ventana y le dejé entrar.

- ¿Quieres dejar ese cuchillo? Das miedo con él.

No me pude aguantar la risa más, aquello me parecía muy cómico. Su cara era de pocos amigos, estaba enfadado, era normal, pero a mi me hacía gracia. ¿Yo? ¿Dar miedo con un cuchillo de la mano? A él le tendría que dar miedo, y a su hermano, porque les podía dejar sin descendencia gustosamente. Deje el cuchillo encima de la mesa y me senté en la cama.

- Pues hablemos. -me puse seria.- Lo primero, ¿cómo coños has llegado hasta aquí? Segundo; ¿por qué has venido? Y tercero; ¿de qué quieres hablar?

- Es increíble lo bipolar que eres Donna -dijo mientras se retiraba el pelo de la cara.

- Quiero respuestas, ya.

- Vale, bien, ¿quieres que nos pongamos serios y hablemos? Pues vale. Lo primero; se lo pregunté a Finn. Segundo; porque habíamos quedado y me has dejado plantado. Y tercero y último; de todo lo que quieras que te explique, porque hay muchas cosas que seguro te has estado preguntando al igual que yo. -ya estaba apretando los puños otra vez. De alguna forma, me sentía mal. Era culpa mía que estuviese así.

- Yo... -genial, no sabía qué decir.- ¿Quieres tomar algo? Hay té, café...

- Donna, no te vayas por las ramas.

- Es que no sé qué decirte, ¿vale? ¿Quieres oír que me dejaste muda con el beso? Pues sí, me pillo por sorpresa, no me lo esperaba. Pero solo ha sido un beso. Sé que lo ha sido para ti al igual que para mi. 

Mentirosa, repetirías ese beso mil veces.

- Y lo de tu hermano, oh, lo de tu hermano. ¿Crees que me gusto encontrármelo a las 5 de la mañana tirado en medio de mi calle y que luego me llevase en moto a clase? Porque es un gilipollas arrogante que no hay quien lo aguante. Pero lo que no entiendo fue lo del otro día en la cafetería, y eso sí que quiero que me lo expliques Zero. -las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos.

_______________________________________________________________________________

*Narra Zero*

Después de todo, allí estaba. De pie junto a la ventana de su habitación perfectamente descolocada. Era su pequeño caos, y por el hecho de ser suyo ya era precioso. Nunca una chica había causado esto en mí, y todavía no me creía que hubiese ido a su casa para dar explicaciones de mis actos.

Sabes perfectamente por qué es.

Te gusta.

¿Y qué si desde el primer día que la vi sus ojos atraparon los míos? No me iba a permitir caer en esto. No me iba a permitir enamorarme. ¿Desde cuando alguien como yo lo hacía? Por dios, si hasta pensar en ello me pone enfermo.

- Es increíble lo bipolar que eres Donna -dije mientras me retiraba el pelo de la cara.

- Quiero respuestas, ya.

Bien, si nos poníamos serios, yo lo sería más.

- Vale, bien, ¿quieres que nos pongamos serios y hablemos? Pues vale. Lo primero; se lo pregunté a Finn. Segundo; porque habíamos quedado y me has dejado plantado. Y tercero y último; de todo lo que quieras que te explique, porque hay muchas cosas que seguro te has estado preguntando al igual que yo. -ya estaba apretando los puños otra vez. Aquella niña sabía como sacarme de quicio cuando quería. Intenté mirarla en los ojos para hacerme una mínima idea de lo que pensaba, pero solo veía unos ojos esmeralda preciosos que reflejaban inseguridad y ¿miedo? ¿Tenía miedo de mí?

Intentó irse por las ramas y evitar tener que hablar, pero no iba a ser tan fácil. A mi también me estaba costando todo esto. No me gusta tener que hablar de cosas de las que a lo mejor me arrepiento. Me arrepiento de lo que paso en la cafetería, de lo que ha dicho mi hermano esta mañana, pero de todo lo que me puedo arrepentir hay una cosa de la que no me arrepentiría nunca, y es el haberla besado. 

- Es que no sé qué decirte, ¿vale? ¿Quieres oír que me dejaste muda con el beso? Pues sí, me pillo por sorpresa, no me lo esperaba. Pero solo ha sido un beso. Sé que lo ha sido para ti al igual que para mi. -no retiré la mirada de sus ojos y pude ver como se iban poniendo vidriosos, en cuestión de minutos se pondría a llorar. Pero me pillo por sorpresa lo que ha dicho. ¿Que solo ha sido un beso? ¿Solo un beso? Claro que lo había sido.

No mientas, sabes que lo estabas deseando hacer desde el primer día que la viste.

- Y lo de tu hermano, oh, lo de tu hermano. ¿Crees que me gusto encontrármelo a las 5 de la mañana tirado en medio de mi calle y que luego me llevase en moto a clase? Porque es un gilipollas arrogante que no hay quien lo aguante. Pero lo que no entiendo fue lo del otro día en la cafetería, y eso sí que quiero que me lo expliques Zero. -Donna empezó a llorar. No había cosa que más me doliese por dentro que verla así y no poder nada para consolarla. El otro día lo había conseguido, pero hoy según estaban las cosas no querría ni verme. No quería hacerla ilusiones, si ella sentía algo por mí, mejor destruirlo ahora.

- Para mi no fue nada, Donna. De eso quería hablar. Y lo del otro día de mi hermano, puede que tuviese razón y solo quiera jugar contigo. Te aseguro que él está dispuesto, pero yo no. Y que vayas a clase en su moto o no, me da igual. Puedes hacer lo que quieras. -abrí la ventana y me fui. Ahora sí que era un cabrón en toda regla, y me sentía como tal. La había dejado ahí rota y no le había dado explicaciones de nada, solo había empeorado las cosas. 

No sientes nada de lo que has dicho.


Y así era. Odiaba que solo pensará que para mí eso solo fue un beso, odio que mi hermano se esté dando el lujo de jugar con ella y odio lo que le he dicho, me odio a mi.

Vuelve.

Un Zero en mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora