Capítulo 3

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Aquella casa era gigante y estaba abarrotada de gente, esa fiesta iba a ser recordada seguro.

Yo me limitaba a hablar lo justo, hasta que un descarado se atrevió a pasar su mano donde no debía y le presenté mi mano a su mejilla encantada. El alcohol iba haciendo su mecha y salí a la terraza a tomar el aire. Desde el mareo de por la mañana no me había encontrado muy bien.

Las vistas desde allí eran preciosas. Daban al lago, con un pequeño muelle y la luna reflejada en él. Parecía un paisaje de película romántica, y pensando en eso me di cuenta de lo sola que estaba.

Nunca había tenido una relación, solo líos ocasionales y pasajeros, y si seguía así nunca la iba a tener.

A todo esto, no me había dado cuenta de que estaba llorando. Intenté secar las lágrimas como pude.

- ¿Otra vez en apuros?

Reconocía esa voz a mi espalda. Era él.

-Si estoy aquí sola será por algo, ¿no crees?- contesté mientras me daba la vuelta.

-Como buen anfitrión solo me preocupaba de uno de mis invitados. -dijo con una sonrisa picarona.

-¿Sabes? Me da igual que todo esto sea tuyo. Solo quería estar sola, y aquí no puedo.- contesté mientras bajaba las escaleras que daban al jardín y el lago- Y no me sigas esta vez, por favor.

Pensaba en dirigirme al lago. Pero no tanto como en él. Ese chico misterioso que siempre se metía en mi vida cuando no le llamaban y del que ni sabía su nombre.

Todo aquello era suyo, por lo que deduje que sería el típico "chulo playa" que tiene todo lo que quiere cuando quiere y a todas las chicas a sus pies.

Pero también, el típico que no se fijaria en mí.

¿Por qué pensaba en eso? ¿Por qué pensaba en él de aquella forma? ¿Acaso me gustaba?

Me quité los tacones y me senté en el borde del muelle, metiendo los pies en la fría agua del lago. Solo pensaba en esos ojos azabaches, tan oscuros y profundos como el agua en esos momentos.

Sin importarme el frío, me quité la ropa y salté al agua.

Quería sentir algo, por una vez, aunque fuese frío.

Quería sumergirme en el agua, como quería hacerlo en sus ojos.

Lo peor, es que no me di cuenta de que me había seguido, de que volvía a estar allí observandome.

-¿¡Estás loca?! ¡Sal de ahí, ya!

Y así, me di cuenta de que estaba allí. Me sentí avergonzada, para ser sinceros.

No me gusta que nadie me diga lo que tengo que hacer, y menos alguien a quien no conozco, pero por esta vez tenía razón. ¿Acaso quería ponerme mala para los exámenes que quedaban? Bueno, creo que es evidente la respuesta. Pero no era por eso. Y tampoco lo sabia.

- Sal ya, anda.

- Date la vuelta, ni se te ocurra mirar, ya has visto demasiado.

Nunca nadie me había visto en ropa interior, a parte de en bikini, pero aún así me daba vergüenza.

Si nadie me había visto así todavía, él tampoco lo iba a hacer y menos el primero.

- Toma, ten mi chaqueta. No te pongas el vestido o lo estropearas, ya lo llevo yo.- dijo sin mirarme y ofreciendome su chaqueta. Todo un caballero.

- Ya puedes mirar.

- Bien, vayamos dentro a una habitación para que te arregles.

Nos dirigimos hacía la casa, con su brazo en mi espalda, para darme calor, como nunca nadie lo había hecho.

Un Zero en mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora