Margaery I: La Pequeña Reina

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    Ráfagas de brisa fresca entraban por el balcón de la habitación del torreón de Maegor y a Margaery Tyrell le erizaban la piel, haciéndole añorar sus cálidos aposentos en Altojardín y los días del verano anterior en el Dominio. Desembarco del Rey nunca la había tratado como ella esperaba. Después de que Renly Baratheon muriera en el campamento de Puenteamargo, la jovencita creyó que su padre enviaría tropas leales a su casa para devolverla a su hogar pero esas tropas nunca llegaron; quien sí llegó fue Lord Baelish. En el lecho aún tibio de su difunto esposo, el enjuto hombre de barba rala encontró a la joven viuda. Loras no estaba en el lugar porque en la furia del duelo y la pena había asesinado a tres de los guardias reales del venado coronado caído y había corrido a buscar las monturas para escapar del sitio. La propuesta que Meñique llevaba era simple, arriesgada y contundente, aunque a Margaery no la había sorprendido por completo, era natural que alguno de los contendientes al trono de hierro quisiera contar con el apoyo de la casa Tyrell y sus más de ochenta mil hombres, lo que sí la sorprendió fue la aprobación de su abuela, Lady Olenna había tomado la decisión y después de aconsejar a Lord Mace, el lazo de matrimonio estaba echado. En menos de lo que Margaery pudiera hacerse a la idea, ella ya se encontraba en camino a la capital en una larga procesión con su madre, su abuela y sus primas. Todas ellas estaban tan emocionadas, mucho más de lo que la pequeña flor jamás estuvo, pero a ella siempre se le había dado bien el actuar. Sonreír y parecer feliz era algo en lo que la vida la había hecho experta, aun a su corta edad. Los habitantes de la ciudad la adoraban,aplaudían, gritaban y sonreían en cuánto la veían pasar. Cada visita a los orfanatos, a los mercados e incluso a las prisiones terminaba en vítores con un coro de voces aclamando ''Reina Margaery, qué viva la reina Margaery'' Pensaban que a ella le debían la comida que tenían, el trigo que metían a sus sucias bocas y el aguamiel con que las lavaban, así como las lanzas que defendían su infesta ciudad. En cierta medida, a ella no podrían importarles menos, pero tenía un papel que representar. Ser una reina adorada resultaba mucho más útil y práctico que ser una reina intimidante y huraña como lo fue la orgullosa Cersei Lannister. 


Conocer al niño rey Joffrey Baratheon había contribuido bastante a la decepción que Desembarco del Rey representaría para ella. Se trataba de un joven cruel, violento, amenazador y sobre todo repulsivo, escondido bajo una preciosa cara de rizos rubios. Su muerte había sido un espanto terrible, ver y oír cómo se retorcía y dejaba escapar su último aliento en el banquete de su boda era un tormento que jamás la abandonaría. << Pero quizá era el menor de los tormentos que Joffrey hubiera sido capaz de entregarme>> De esta manera y a tan corta edad, Margaery se convertía en una reina sin rey. Días después de la boda, cuando la joven reina vestía por segunda vez el manto de viuda, su abuela le había contado toda la verdad. Margaery pensó que derramaría unas lágrimas por el pobre muchacho: un monstruo que nunca pudo comprenderse a sí mismo y que hacía mejor a todos estando muerto que vivo. En lugar de llorar por él, cuando escuchó de boca de Lady Olenna lo sucedido sólo pudo pensar en el poco tiempo que tenían las dos para echar a andar sus planes. Solo entonces, después que su abuela confesara, Margaery comprendió el interés que ella había mostrado en la pobre Sansa Stark. Había sido una verdadera pena verla contraer nupcias con El Diablillo. Lord Tyrion jamás había maltratado a Sansa y en eso era único entre los Lannister (al igual que en varias otras cosas) pero Margaery estaba segura que la chica Stark habría sido muy feliz al lado de Willas, como señora de Altojardín, y además, de esa manera, Invernalia habría pertenecido por derecho a los Tyrell. Quizá así y solo así, las flores habrían podido crecer en los paramos helados del norte. Ahora, en cambio, las cosas para las dos doncellas eran bastante diferentes, Margaery desconocía el paradero de Sansa, nadie la había visto después de la boda y para todos, ella y el sucio Diablillo habían envenenado al honorable y pobre rey Joffrey. Cersei Lannister había mandado espías a buscarla en todo Poniente y tan infructuosa y frustrante fue la tarea que la Leona pronto se refugio en su amargura y dureza. 

Juego de Tronos: Las Rosas Marchitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora