Garlan I: La Defensa de las Islas Escudo

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–¡Hombres a mí!– gritaba Garlan Tyrell sobre su montura galopante, a su espalda ondeaba la capa estampada con la rosa dorada de su casa, al igual que las ondulantes gualdrapas de su corcel –¡Lanceros en ristre! ¡Caballeros en filas! ¡Preparad para abordar!– repetía con su ronca voz mientras recorría las costas del Camino del Océano con los dromones Redwyne en puerto.

Frente a él, un grueso de las huestes Tyrell se alineaba preparado para cargar contra el enemigo. Los comandantes enfilaban a sus hombres y los cuernos sonaban por todo el campo. El día de la batalla había llegado. Después de muchas semanas de reunir fuerzas y de organizarlas, y de la extenuante espera por la flota Redwyne, aquella tarde los pastizales y las costas de las tierras del Dominio se teñirían de escarlata con la sangre de sus invasores. 

Aunados a los estandartes de sinople con la rosa dorada estaban los árboles dorados sobre campo de plata de los Rowan de Sotodeoro, lideradas por Thaddeus, el Joven, así como los panales de los Beesbury a cargo de su señor Warryn de Sotomiel, las hojas de roble en campo de oro de los Oakheart, las fuerzas de la casa Kidwell de Ivy Hall y las manzanas rojas y verdes de los Fossoway. Más de veinte mil hombres llamados para expulsar a los invasores de sus costas y de las Islas Escudo. Los Hombres del Hierro habían llegado a las cuatro islas con una flota de cien barcoluengos y haciendo avanzar una pequeña porción de doce embarcaciones por la rivera del Mander tendieron una trampa a los señores de las Escudo. En dos días las cuatro casas habían caído y como resultado, Lord Hewett y Lord Chester habían sido asesinados, Lord Grimm era mantenido prisionero en su propio castillo y Lord Osbert Serry había huido a Altojardín clamando por auxilio después de perder a su heredero Talbert en el asalto inicial. Como si esas calamidades fueran pocas, los hombres liderados por Victarion Greyjoy tomaron la mayoría de la flota de las Escudos, treinta y ocho barcoluengos y dromones. 

A pesar de la superioridad numérica de los Tyrell y sus vasallos, sus fuerzas carecían de lo más fundamental para ganarle a los hombres de hierro: embarcaciones. Con la flota de las Escudo tomada y menos de una docena de dromones listos no tenían una oportunidad de ganarles en una batalla naval. Su única opción había sido esperar a la llegada de la flota Redwyne. Ante la necesidad, Lord Paxter había enfilado sus más de trescientos barcos desde Rocadragón hasta el Dominio después de tomar la fortaleza de la Isla de las manos de los soldados de Stannis Baratheon. En ese asalto, Loras, el hermano menor de Garlan había liderado a una minúscula fuerza de soldados y antes de tomar el castillo había sufrido graves heridas que lo pusieron durante días en un limbo entre la vida y la muerte.

Garlan fue despertado por sus hombres mucho antes del alba aquel día cuando divisaron las velas de azur con el racimo de uvas de los Redwyne –¡Mi señor, mi señor! Los Redwyne. Han llegado. ¡Doscientos dromones de guerra!– gritaba entusiasmado el pequeño escudero de Garlan agitándolo por la emoción.

El segundo hijo de Lord Mace Tyrell se levantó de su catre a toda prisa y salió en prendas menores de su tienda para contemplar la gran flotilla que venía en su ayuda. En ese momento elevó plegarias de agradecimiento al Soldado y al Padre, quienes se sobreponían al Dios Ahogado de los Greyjoy y sus hombres. Inmediatamente ordenó alistar el campamento y enfilar las huestes: la batalla por mar y tierra sería librada aquella tarde.

Justo cuando los primeros rayos de sol iluminaban la tienda de Garlan, Lord Paxter Redwyne entraba en ella. El delgado señor, encorvado de hombros y calvo salvo unos pequeños mechones pelirrojos saludó a su sobrino con un abrazo.

–El viaje ha sido más tardado de lo previsto. Temía que hubieran iniciado la lucha sin nosotros. Tuvimos que cargar provisiones en el Rejo. 

–No habríamos podido, aunque muchos de mis señores estaban impacientes y deseaban empezar el ataque – respondió Garlan invitando a su tío a tomar asiento – He comandado a las fuerzas iniciar la defensa de las Islas esta tarde.

Juego de Tronos: Las Rosas Marchitas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora