10. Viaje impredecible

909 84 49
                                    

Antes de tomar el gorro de lana negro y largarme a donde nos reunimos los chicos, traté de evitar seguir mis instintos, pasé a la cocina solamente para tomar un sándwich.

Inevitablemente se escucha una conversación de la casa de a lado, al parecer eran regaños para la teñida, ayer por la noche escuché algunos gritos de ella diciendo "¡no me pueden obligar, ya estoy grande para tomar mis propias decisiones!"

De seguro ha de ser por el torneo, pero creo que sus padres se están pasando un poco con su hija, en fin, no es mi problema y sí el suyo, no es bueno meterse con cosas ajenas.

-¡Madre, vuelvo temprano! -grite para asegurarme de que escuchara.

-¡Esta bien hijo! -gritó de vuelta.

Es hora de la acción..

Llegué al lugar acordado, el viejo remolque de autos con olor a petróleo, llantas quemadas y aromatizante de coco.

¿Quién descubrió el lugar?

Creo que la respuesta es más que obvia.

Este ha sido un lugar un tanto sagrado, inclusive usamos gorros de lana de nuestro color preferido y hacíamos lo que estamos a punto de hacer ahora mismo.

-Ferg ¿Por qué Alfonzo no vino? -preguntó Janna.

-No lo sé, bueno si lo sé pero no te diré -bromeó, recibió un codazo por parte de la azabache.

-Estoy en serio -dijo la stalker tratando de evitar la risa.

-Me dio el aviso que se sentía mal para venir -hundió sus hombros.

-No es lo mismo si falta uno -susurró.

-Todos lo saben, Ordonia -me senté en el asiento viejo de un automóvil.

-¿Entonces qué haremos con éstos huevos podridos? -lamentó mientras mostraba una caja lleno de éstos.

-Ferg ¡Eres un genio! -los tomé para guardarlos en la mochila militar que portaba Janna.

-Si, eso es lo que dicen.

. . .

Tenemos en el blanco al primer víctima, que tenemos aquí:

Un bravucón de 17 años asustando a un bebé de 12 ¡por favor! ¡una miniatura como esa no podría sostener bien sus anteojos!

Siempre he pensado que esos casos es de humillación al agresor que la víctima, pero, nosotros nos encargaremos de hacerlo público.

-¿Posiciones? -susurré.

-¡Listo! -dijeron al unísono.

-A la cuenta de tres, uno...

Y en vez de que la paliza sea para el bebé, recibirá una igual con un olor apestoso.

-Dos...

Todos tomaron sus municiones, el mayor mostraba su puño y lo acercaba mientras el niño apretaba los ojos esperando el golpe.

Mi mejor error [Starco AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora