Capítulo IV. Hija de Dior

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Kilâna se adentró con Thorin en el Bosque Verde, corriendo lo más rápido posible que les permitían sus delgadas piernas, además de lo molesto que le era a la joven elfa huir con el vestido largo  azul, con adornos en dorado en la cintura y en las ...

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Kilâna se adentró con Thorin en el Bosque Verde, corriendo lo más rápido posible que les permitían sus delgadas piernas, además de lo molesto que le era a la joven elfa huir con el vestido largo azul, con adornos en dorado en la cintura y en las costuras del pecho y las mangas, todo ello acompañado de joyería de oro, así como la corona como los pendientes y los brazaletes de ambas muñecas, además del collar crepuscular que le regalaron los enanos de Érebor y del que ningún día de su vida se desprendía.

Kilâna se adentró con Thorin en el Bosque Verde, corriendo lo más rápido posible que les permitían sus delgadas piernas, además de lo molesto que le era a la joven elfa huir con el vestido largo  azul, con adornos en dorado en la cintura y en las ...

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Unos orcos los perseguían al haber captado el olor de la sangre del ahora rey enano debido a unas pocas heridas que tenía éste en la cara y en el torso (cosa que a Kilâna le inquietaba también bastante, ya que no podía controlar a veces su sed, y debía ocultar al enano su rostro para evitar que conociera aquella espantosa visión de ella, sus ojos rojos e inyectados en sangre).

Intentaron acelerar más, pero la elfa tropezó y cayó golpeándose la cabeza con una piedra haciéndose una brecha bastante profunda en la sien izquierda. El naug* se horrorizó ante el pensamiento de que pudiera llegar a estar muerta. La intentó llevar a cuestas, pero los orcos llegarían en cuestión de un abrir y cerrar de ojos. Entonces, se le ocurrió una idea para proteger a la joven. Cargó en su brazos velozmente a Kilâna y la escondió tras un árbol, poniéndola a salvo para luego regresar a por ella cuando se hubiera librado de los orcos, a la vez que rezaba a Mahal que siguiera viva y no se desangrara, ni que los orcos olieran su sangre que salía a borbotones, o que muriera por la conmoción. Mil posibles destinos le rondaban la cabeza, pero no permitiría que eso le nublase el juicio; debía distraerlos para regresar a por ella cuando todo estuviera despejado y libre de peligros para ella, ese era su plan.

Tras haberla resguardado, gritó para llamar la atención de los orcos, haciendo aspavientos con sus brazos y maldiciendo en khuzdûl. Y funcionó. Éstos comenzaron a seguirle por el bosque mientras se alejaban de la princesa inconsciente.

"Mahal, te lo pido, protégela" rezó pasa sí el enano mientras corría por el bosque con los orcos pisándole los talones, hasta que, una vez bien apartados, frenó y les enfrentó dispuesto a matarlos uno a uno.

Poco a poco, Kilâna fue recobrando el sentido, levantándose algo mareada tocándose donde estaba el golpe, pero éste ya no estaba, sus tejidos se habían regenerado y únicamente le quedaban los manchurrones de sangre en la frente y por sus ropajes. Salió de detrás del árbol aún desorientada sin saber dónde estaba y porqué estaba recostada, y se topó con cinco orcos que no fueron tras el rey enano, sino que estaban rastreando como canes algo. Pronto se percataron de la presencia de la muchacha, y ella, con la cabeza aún dándole vueltas del golpe y la confusión, intentó huir a trompicones siguiendo el rastro de hierba pisada que observó frente a ella probablemente de los orcos que perseguían al enano. Pero los orcos se apresuraron a rodearla, dejándola sin escapatoria alguna y cercándola cada vez más como carroñeros. Uno de ellos se abalanzó sobre ella, pero Kilâna se apartó a la velocidad de la luz, confundiendo al orco y a todos los demás.

Dor e aran Thorin (Corazón del rey Thorin) | El HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora