Capítulo VI. Avarwen

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Kilâna se encontraba hospedada de nuevo en su preciada posada de "El Pony Pisador" en Bree, un pequeño pueblo a las afueras de los límites de la Comarca habitada por esos medianos tan resguardados y escondidos del mundo

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Kilâna se encontraba hospedada de nuevo en su preciada posada de "El Pony Pisador" en Bree, un pequeño pueblo a las afueras de los límites de la Comarca habitada por esos medianos tan resguardados y escondidos del mundo. Había podido volver a estar allí hacía casi una semana cuando todo aquel asunto de darle caza había cesado; por tanto, ahora las cosas ya estaban mucho más tranquilas, por lo que ya podría volver a "dormir" a pata suelta en aquel lugar en el que antaño se había hospedado tanto. Pero entonces, fue cuando su mirada se fijó en un único varón entre toda aquella multitud, ebria en su mayoría provocando ruidos ensordecedores ya fuera por unas estridentes carcajadas o por insultos que precedían a una pelea.

Thorin entró en la posada para resguardarse del diluvio que se podía apreciar fuera de aquel establecimiento (en Bree era muy habitual que lloviera, cabría esperar menos). Se sentó en una mesa al fondo del local al lado de la chimenea para evitar llamar la atención, y mientras se fumaba su pipa pidió algo de comer, o más bien, para devorar, aunque el rey no se encontraba muy a gusto en aquel establecimiento. Sentía las fijas miradas de dos hombres a ambos de sus lados observándolo. Pasaron unos pocos segundos y ambos hombres se levantaron hacia él. Thorin para protegerse, alcanzó su espada para tenerla a mano por si la tenía que desenvainar en cualquier momento, por si le querían hacer daño; no obstante, una cuarta persona entró en escena sentándose con él. Gandalf había aparecido por allí justo a tiempo, maravillosa coincidencia que agradeció el enano a Durin. Thorin soltó la espada y suspiró. Ambos hombres retrocedieron volviendo a sentarse en sus respectivas mesas. Uno de ellos carecía de pelo, con la mirada algo perdida y quizá con sobrepeso, y el otro era un flacucho, su pelo era rizoso, parecido a una escarola, además de ser bizco.

—¿Os importa si me uno? —Dijo Gandalf mientras se sentaba enfrente de aquel enano—. Tomaré lo mismo —le indicó a la camarera que pasaba por ahí justo en ese momento, provocando la confusa mirada del rey enano—. No me he presentado, me llamo Gandalf. Gandalf el Gris.

—Sé quién eres —dijo Thorin muy extrañado por esa visita, pero en el fondo estaba agradecido por haber evitado aquella pelea que se avecinaba contra aquellos dos humanos.

—¡Vaya, qué casualidad! ¿Qué busca Thorin Escudo de Roble en Bree? —Preguntó el mago de una manera sobreactuada mientras miraba interesado al enano.

—He oído que han visto a mi padre deambulando por los bosques cercanos a las Tierras Brunas —Contestó Thorin un tanto apenado—. No hay rastro de él, ya lo he comprobado.

—Ah, Thráin... —dijo el mago soltando con pesar un largo suspiro.

—¿Eres como los demás? ¿Crees que está muerto? —Replicó Thorin esta vez con un tono más tosco.

—No estuve en la batalla de Moria.

—No... Pero yo sí. Mi abuelo, Thror, fue asesinado por el Profanador. Mi padre encabezó un ataque hacia la puerta del Arroyo Sombrío, y jamás regresó. Me dijeron que Thráin nos había dejado, que era uno de los caídos, pero al finalizar la batalla busqué entre los cuerpos, del primero al último, y mi padre no estaba entre los muertos.

Dor e aran Thorin (Corazón del rey Thorin) | El HobbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora