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Recuerdo cuando me preguntaba si ella era una chica de perros o de gatos, y deseaba que dijese perros. No solo fue así, y no solo tenía la misma raza de perro que los míos, sino que no se me ocurrió mejor idea que invitarla a pasearlos juntos. ¿¡Quien invita a la chica que le gusta a pasear perros!? Solo yo. Y allí todo puede salir mal, nuestros perros pueden llevarse mal, o peor, pueden llevarse bien y hacer alguna tontería. ¿Que se supone que haga si se ponen a hacer sus necesidades ahí frente a nosotros? NO PUEDO CON TANTO ESTRÉS.

Llegué al parque unos minutos antes, deseoso y esperanzado de que mis perros tuviesen el hermoso gesto de orinar o defecar antes de que Bianca llegase.

-Los alimento, baño y les doy amor. Es lo mínimo que pueden hacer por mí- les dije en voz baja, no quería que las personas pensasen que estaba loco. Aunque tal vez si lo estaría por aquella chica.

El momento en el que me había pedido el numero había sido glorioso, no se si yo me hubiese atrevido. Creo que hubiese seguido acosandola a lo lejos o hablándole cuando me la cruzase de casualidad de no haber sido porque ella tomó la iniciativa. Pareceré un cobarde, pero luego de ser yo quien se acercó a hablarle a su mesa, temí que ya no le interesase, o que hubiese dejado de gustarle, que simplemente quisiese que me fuera y estaba siendo educada. Estaba verdaderamente agradecido por ello.

El chico de la libreríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora