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Nos quedamos charlando y jugando un rato más, mi mano no volvió a soltar al de ella más que unos segundos cuando alguien me pedía que le pasara algo, parecían pegadas como dos magnetos, y esperaba que eso a ella no le molestase. Jugué con su piel y le acaricié los dedos mientras charlabamos. A veces con los demás, a veces entre nosotros, como si no existiese ningun otro ser humano a nuestro alrededor. Ella me sonreía y yo la miraba a los ojos, y en aquel momento no me importaba si quedaba como un ser cursi y débil frente a mis amigos, la estaba pasando mejor de lo que había pensado que fuese posible, y no quería parar.

Las amigas de Bianca eventualmente se cansaron, y una vez que Mia salió del cuarto en el que llevaba demasiado tiempo encerrada con Marko, decidieron que era momento de irse.

-¿Bianca vuelves con nosotras?- Pregunto una alta y rubia que por lo que tenía entendido se llamaba Camila. Todo el grupo de chicas me miró, expectantes, sabía que me estaban poniendo a prueba, sabía que estaban esperando que yo interviniese de alguna manera, para suerte de todos, yo ya había contado con eso, y formaba parte de mi plan.

-Yo la llevo a su casa, no se preocupen. -Le sonreí a todas y luego miré a Bianca -Si te parece bien claro- Ella asintió y se encogió de hombros, como si no fuese la gran cosa, pero yo sabía que aquello era solo apariencia, ambos deseabamos estar solos, era obvio.

El chico de la libreríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora