Caminata Nocturna

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La sonrisa que surco sus labios fue más que verdadera, hace tiempo que no sonreía así y podía saberlo al sentir el dolor en los músculos de sus mejillas, pero ver a la pequeña Damara queriendo atrapar una mariposa que revoloteaba a su alrededor, mientras esquivaban arboles le hacía recordar La Comunidad. Aquel lugar con árboles más grandes que edificios y el aire tan puro como en las altas montañas, pero tranquilo ni un pelo.

Escucho el remover de unas ramas, vio sobre el hombro y diviso al macho primate, en verdad que la había acompañado, pero ni se le había acercado. No es como si hubiera querido eso, pero la verdad era otra. Jericho era un macho de tamaño demasiado considerable, anchos hombros y unos brazos...

Un toque contra su mano la hizo voltear, sonrió al verse en aquellos ojos azules y cuando la niña alzo las manos hechas una jaula para que la mariposa, que aleteaba desesperada por salir y ser libre.

— Damara, déjala ir. – tomo las manos de la cría entre las suyas. – Ella nació siendo libre y si le arrebatas eso, le dolerá más. Como si le arrancases las alas. – Damara abrió la boca, sorprendida, e inmediatamente abrió las manos.

La mariposa revoloteo una vez más sobre Damara, quien no dudo en volver a jugar con ella. Mientras tanto, ella volvió a pensar en Jericho, podía olerlo. Era como... un ponche de frutas. Esa comparación la hizo reír bajo. Negó con la cabeza. Aunque frio de tacto, poseía aquellos ojos rojos como el fuego, caliente y penetrante, volviendo ceniza a cualquiera a su paso y dejando a los que lo veían cautivados. Abrió los ojos como platos, negó con la cabeza y se dio una abofeteada, no iba a formar lazos.

No lo iba a hacer.

Lo bueno que no se iba a tener que preocupar por eso, Nathaniel ya había aceptado en dejarla ir y le comento que haría de todo por convencer a Gabriel, el hueso duro de roer mayor, pero también le dijo que iba a tener un acompañante. ¿Quién sería?

No importa quien sea, le voy a dejar atrás en cuanto se de la vuelta.

— Oye, ya es hora de otro cuidador. – soltó un suspiro, se levantó y se dio palmadas en las nalgas, quitándose la tierra pegada en la tela. – ¡Damara! ¡Es hora de irnos!

— Tranquilo, no le he hecho nada, está bien. – comentó irritada, pensar que ella sería capaz de hacerle daño a Damara le enojada. – Dime con quien debo llevarla, la debo entregar yo.

— Te voy a acompañar como me lo has pedido.

— No te lo tomes tan en serio. – rodo los ojos, pero se quedó sorprendida al ver a Damara yendo a con el macho, pidiendo ser cargada por él. – Bueno, ahora si es obligatorio a que vengas.

La sonrisa que le dedico el primate la hizo querer borrársela de un puñetazo o con un beso, odiaba ser así. Ambas partes peleando por más, por conseguir lo que querían, una muy distinta a la otra, pero el deseo de volver a su hogar era más grande que las demás. Aun así, no podía negar que quería que Jericho la sostuviera en brazos como hacía con Damara, pero debía frenar eso. No debía formar lazos si al final se iba a ir.

Comenzaron a andar, caminando a lado del primate y observándolo cada determinado tiempo a Damara, quien no dejaba de ronronear ante las cálidas caricias contra el cabello que el macho le daba. Tanto que incluso apoyo la cabeza en el hombro del primate, soltó un tierno bostezo y tomo una siesta, eso la hizo reír.

Vaya contraste que hacia un macho de gran tamaño con una criatura tan pequeña y tierna en brazos. Recordaba una escena similar, cuando volvió de estar con Nathaniel y al volver vio a Gabriel cargando a la pequeña Erendi, un humano que había asesinado por seres que no conocía, más sin embargo amaba a una de ellos e hizo todo por lo justo.

Jericho (Nuevas Especies 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora