Peso en los hombros

5.7K 644 18
                                    


Sonrió al ver a Daniel saltar entre los montonales de nieve que ya se había acumulado en el suelo, el chico en verdad que se veía feliz y eso ella lo adoraba, pero le dolía el pecho a cada paso que daba; cada árbol, cada sendero, cada ave cantando avivaba sus recuerdos.

Ella había extrañado tanto estar en la comunidad que las lágrimas le querían brotar, pero no podía dejar de sonreír, eran muchas emociones juntas.

— Oye, Susy, ¿tú llegaste a cazar? – preguntó Daniel, viéndola sobre el hombro.

— Si, es normal para los voraces hacerlo.

— ¿A qué edad?

— Pues mi primer ciervo fue a los cinco años y mi primer triunfo en batalla fue a los siete. Te hablo en años humanos, claro.

— ¿Años humanos?

— Por cada año humano son dos voraces, al menos así nos enseñó Gabriel.

— ¿Quién es Gabriel? – ella arqueo una ceja.

— Pensé que la edad en la que los chicos dejaban de ser tan preguntones era a los ocho.

— Te engañaron, soy un adolecente, causo problemas.

— Aja. – rio bajo. – Gabriel es el líder de los voraces...

— ¿Es un Voraz grande?

— No, es un humano, pero fue quien nos salvó. Él es muy importante para mí, para todos; no estoy segura que pasaría si algún día...

Se quedó callada al mismo tiempo que Daniel se detenía, la nieve estaba removida del suelo hecha pequeñas montañas, trazando un camino, y en el suelo se podían visualizar huellas, por un momento su mente se quedó en blanco, pero al escuchar una rama quebrar su cerebro reacciono.

Lanzo su cuerpo contra el de Daniel, derribándolo a tiempo, ya que escuchó el sonido de un arma dispararse. Agradeciendo a los Dioses el haber reaccionado rápido, se levantó rápidamente y a empujones a Daniel; ella lo guiaba corriendo en zic-zac entre los árboles, necesitaban alejarse, pero cada vez se escuchaban más disparos y pisadas, ¿cuatro? ¿seis personas? No, era imposible, ¿Cómo es que había tantos en la Comunidad?

Una bala le golpeó contra el hombro, haciéndola gritar cuando el dolor le atravesó todo el cuerpo y se tambaleo, a la velocidad que iba eso la hizo caer al suelo. Daniel inmediatamente freno y volteo a verla, ella entro en pánico.

— ¡Corre! – grito, con lágrimas en los ojos. - ¡Daniel, corre!

El chico negó con la cabeza, corrió hacia ella y se lanzó a sus brazos, lo que escucho de fondo le erizo la piel; las risas, las pisadas cada vez más cerca...

— No lo puedo creer, aquel cabrón tenía razón. – dijo uno de los humanos. – Los animales siempre vuelven a su casa.

— Maldición, está muy buena.

— ¿Ese es su hijo?

— Conociendo los enfermos que son de seguro es su amante.

— Qué asco. Tenemos que matarlo también.

— ¡Le ponen un dedo encima y los voy a matar! – grito con fuerza, viéndolos sobre el hombro; eran cinco humanos, todos con una sonrisa demasiado escalofriante y ojos brillosos, de seguro drogados. – No lo toquen a él.

— ¿Eh? – rio uno. – Si no quieres que le hagamos algo más te vale portarte bien, perrita.

— Susy... - ella abrazo más fuerte a Daniel al sentirlo temblar.

Jericho (Nuevas Especies 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora