Compañero

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La soledad es peligrosa murmuro en medio de la noche, viendo el techo de su recamara y sintiendo la suavidad de la cama bajo de él, sorprendiéndose al sentir como una sonrisa se dibujaba en los labios. El paseo no había estado mal y después de haberla dejado en la puerta de su cabaña se había retirado sin decir más, pero no pareció necesario despedirse, era como un temor de que si decía "Adiós" jamás la volvería a ver y no quería eso.

Susykyu tenía mucho que dar, lo podía ver en esa mirada acerada de color verde prado cada vez que algo no estaba a su favor, pero demostraba que no tenía nada oculto. Ahí en sus ojos no había nada, pero porque al parecer esa era su estrategia. Tener todo a la vista, tanto, que sería pasado por alto.

Soltó un suspiro, paso su mano tras la nuca, entrelazando sus dedos y aun con la vista fija en el techo, pero entonces la paso a la ventana, la cual tenía las cortinas recorridas y el vidrio abierto, permitiendo a la brisa entrar y a la vista ser apreciada. No comprendía en su totalidad el dolor que poseía Susykyu ante la pérdida de sus padres, tampoco ante la pérdida de un hogar, pero se daba a la idea y le sorprendía que siguiera en pie, lastimada y herida, pero en pie. Recordó vagamente haber leído sobre el dolor físico, algo que explicaba El dolor físico atenúa el dolor emocional, y Susykyo hacia a eso irse al suelo.

¿Por qué estaba pensando tanto en ella? Debía dejarlo pasar ya y dormir, mañana debería...

El golpeteo contra su puerta le hizo salir de su ensimismamiento y le obligo a levantarse de la cama a atender; se colocó un pantalón de chándal antes de salir de la habitación y dirigirse a la planta baja, abrió la puerta y vio a Gabriel... Error, era Nathaniel. Gabriel no usaría una blusa de tirantes verde brillante bajo una camisa negra de botones y unos pantalones negros ajustados.

— ¿Se le ofrece algo? – pregunto, permitiéndole pasar a su cabaña.

— Mira qué bonito cuadro. – Nathaniel señalo una pintura de una mujer sosteniendo cientos de rosas, ocultando así la obvia desnudes.

— Gracias, ¿en qué lo puedo ayudar? Ya es muy tarde.

— Y sigues despierto, no te he molestado en nada. – El humano le sonrió. – Eres muy directo y honesto, ¿no es así?

— Sí, pero eso ¿a qué viene?

— Viene al hecho de que quiero pedirte un favor, pues alguien muy importante para mi está pasando por una situación... difícil, se ha creado su propio infierno y se culpa inconscientemente de lo que ha ocurrido.

— Habla de Susykyo, ¿no es así?

— Así es, ¿la conoces?

— Apenas y hoy hemos hablado, no solo cruzado palabra.

— Interesante... ¿Se han acostado?

— No.

— Ouu. – ¿era él o Nathaniel parecía decepcionado? – Tal vez también le falte un poco de eso.

— ¿Un poco de qué? – pregunto, cruzándose de brazos. – Nathaniel, en verdad me está confundiendo, ¿a qué se debe su visita?

— He venido a pedirte que acompañes a Susykyo, ella perdió a sus padres y un hogar al mismo tiempo, creo que Gabriel no entiende lo que es eso, tal vez lo hace, pero cree que puede ser aun peligroso acercarse ahí... más estando solo.

— ¿Y por qué he de ir yo?

— Eres rápido, además, posees fuerza y eso es lo que necesita, por otro lado, eres muy honesto y directo, ella definitivamente necesita un poco de mano dura. – alzo la mano, rotando un poco la muñeca y a la mente de Jericho se visualizó así mismo nalgueando a Susykyo y a ella gritando excitada y rogando... - Por otro lado, creo que eres el único que soporta su humor.

Jericho (Nuevas Especies 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora