Tensión

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El sonido de un claxon la hizo gruñir, pero no abrir los ojos, quería seguir descansando un poco más, pero el constante sonido la obligo a hacer lo contrario. Bostezo, estirando los brazos y desperezando los músculos que con pereza reaccionaban. Parpadeo repetidas veces, notando que el jeep no estaba en movimiento y eso la hizo fruncir el ceño, ¿acaso ya habían llegado?

Se sentó, volteo a donde cierto primate de ojos rojos debería estar y al no verlo sintió que el mundo se le caía bajo los pies, ¿le había pasado algo? Volteo a todas partes, desesperada por algo que le indicase donde estaba Jericho y, al verlo a través de un deparador de tienda, soltó un suspiro aliviada. Se acomodó el cabello en una coleta alta, se retiró las lagañas y bajo del auto, ya estando de pie se acomodó el short que llevaba.

Camino hasta donde estaba Jericho, robándose una que otra mirada y se sorprendió, la sorpresa la golpeó de lleno justo cuando se posó a lado del macho. No había huido. No había aprovechado esa oportunidad de huir. Se golpeó la frente con la palma de la mano, gruñendo ante el dolor y la idiotez que había cometido.

— Qué bueno que hayas despertado. – la voz del primate la hizo querer volver a gruñir, ni siquiera debería estar molesta con él, pero lo estaba.

— Si, perdona por estar cansada y dormir.

— Yo también estoy cansado, más no he dormido para llegar a tiempo a donde me ha señalado Nathaniel.

— Ajá...

— En fin, escoge algo. – le señalo la estantería de galletas.

— ¿Por qué no lo hiciste tú? ¿Tan complicado es?

— No quería llevar algo que te desagradase. – le gruño bajo y con ese comentario se dirigió a caja para pagar, ella sólo observo aquella espalda tan musculosa que... ¡Alto ahí!

Soltó un bufido, asir unas galletas de avena con trozos de manzana y después fue al área de líquidos para tomar una botella de agua, yendo así con Jericho. Este pago las compras, le sorprendió que no le agradeciese a la cajera por el servicio o algo así, tomó lo de él y ella, sin decir nada. Bueno, le estaba comenzando a molestar aquello.

Cuando volvieron al jeep, se podía palpar la incomodidad ¿Por qué? Antes no estaba ahí, no había existido entre ellos ¿Por qué ahora sí? Jericho echó a andar el vehículo, ella respiro hondo y abrió la botella con agua, dando un trago para después abrir el sobre de galletas y devorar una.

La pregunta del por qué no había huido seguía corriendo por su cabeza, haciendo eco en su corazón y acariciando con ternura el alma, como una pluma que lleva el viento. Estaba sintiendo cosas por Jericho y no era simple atracción sexual, pues debía admitir que el macho en la cama debía de ser algo que desear y algo por lo que rogar. Devoro otra galleta, haciendo una mueca ante lo que se avecinaba. Una pelea de corazón contra cerebro y recuerdo.

— Susykyo – lo volteo a ver. – podrías abrir y pasarme el molde que está en la bolsa.

— ¿Cuál molde? – frunció el ceño, buscando entre tanta bolsa de dulce y fruta. – Oye, con tanto dulce te va a doler la panza o salir una caria.

— Tengo buen estómago, además valdrá la pena.

— Lo que tú digas, pero déjame decirte que a las hembras no les agrada besar hombres con caries, es asqueroso y... lo encontré. – saco el molde, que en realidad era una canasta de plástico llena de uvas, eso la hizo hacer una mueca. – ¿Uvas?

— ¿No te agradan?

— Es la fruta que menos quiero.

— Pues son para mí, no para ti.

Jericho (Nuevas Especies 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora