En la oscuridad es donde me encuentro.
Allí mi piel brilla en la noche fría,
convirtiéndome en un faro.
Un faro que atrae a todos esos monstruos, que salen de las pesadillas, hacia mi corazón.
Monstruos que muchas veces se camuflan en sueños bonitos.
De mis ojos húmedos caen lagrimas al suelo, creando un charco enorme lleno de angustia, dolor y rabia.
Un charco que evitaba que aquellos monstruos llegarán a mí, convirtiéndose en una barrera para mantener a salvo mi piel de arañazos, de desgarros.
Para evitar que esos miedos agarrasen mi corazón ya quebrado y terminarán de romperlo en mil pedazos.
Puede sonar irónico, tal vez algo dramático, pero jamás me he sentido tan a salvo rodeado de tanto sufrimiento.