Capítulo XIV:¡Lo importante de perseverar!

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Una vez culminado el asunto de la graduación, ambos concordaron en que era necesario ubicarse y poner los pies sobre la tierra.

A la semana siguiente de terminar las celebraciones, Yeremi llega a su trabajo donde se encuentra con una grata sorpresa: ¡Uno de los dueños de la empresa lo está esperando para conversar con él en su oficina! Tal hecho lo asombra; pues él jamás había visto a alguno de los dueños asistir a la empresa tan temprano.

Al mismo tiempo Elizabeth llega a su trabajo. Se siente en su habitual cubículo, mientras lee la prensa y lleva a sus labios una taza de café. De inmediato, un anuncio capta su atención y la atrapa por completo. "Se solicita TSU en administración de empresa"... ¡Justo lo que ella necesitaba! No duda en llamar, prestando cuidadosa atención a la información que se le da a través de la llamada telefónica.

La idea de pedir un permiso para aproximarse al lugar de la entrevista cruza su mente fugaz. Tenía una copia de su currículo en la computadora, así que sería fácil. Sin embargo, como todo lunes, en la empresa habría mucho trabajo, así que probablemente no la dejarían irse. Aún así, se dijo a sí misma, valía la pena intentarlo. Lo que ganaba en su trabajo actual como ayudante era poco y las posibilidades de que la contrataran a tiempo indeterminado eran sumamente bajas.

Con esos pensamientos en su cabeza se dirigió hasta su jefe, alegando que se le había presentado una emergencia. A pesar de que en un principio su superior estuvo renuente, negándose a darle el permiso, la excusa era tan fuerte que le obligaba a dárselo.

Aprovechándose de la situación Elizabeth corrió directo a su casa, para cambiarse de ropa, imprimir el currículo e irse hasta esa empresa a ver qué tal resultaba.

Simultáneamente Yeremi se encuentra sentado en la gran butaca de la oficina de su jefe, que lo recibe con una taza de café y un cigarro.

—¿Cómo estás, Yeremi? —le saluda cordial— Siéntate aquí —le indica, guiándolo hasta la silla de su propio escritorio.

¡Yeremi está sorprendido! No puede creer que está sentado en la butaca del jefe, que no deja de preguntar por sus planes. Aún impactado, responde por inercia las metas que tiene a corto, mediano y largo plazo... Como sacar los estudios de ingeniería y esforzarse en la empresa, para llegar a ser muy bueno.

El jefe, sentado como todo un gran inversionista, le comenta que todos los dueños están pensando en viajar a su país natal, Libia, y que piensan quedarse al menos un año. Le explica también que han decidido dejarlo a él a cargo, y si llegase a desempeñar su trabajo, al ellos volver lo dejarían como gerente general de las plantas.

¡Guao! Yeremi se sentía mareado de felicidad. Acepta lleno de entusiasmo y celebra junto a su jefe. Finalmente la reunión termina con un abrazo fraternal, mientras el dueño le pide que vaya a su casa y descanse, advirtiéndole que su nuevo trabajo comenzará al día siguiente. A partir de ese día, no sería más un empleado... ¡Sino el nuevo jefe de la empresa!

La mente de Yeremi daba vueltas. En seguida piensa en Elizabeth, que obtiene un sueldo tan bajo, y toma la decisión de, tan pronto como sea posible, plantearle al jefe la idea de contratar a Elizabeth como asistente administrativo.

¡Claro, él jamás imaginaría que en ese momento ella estaba en una entrevista de trabajo! Pero así era: Elizabeth estaba llegando a la nueva empresa, donde fue recibida por una recepcionista que la llevó hasta el gerente de recursos humanos. Al entrar a la oficina, mientras inspeccionaba con su mirada todo alrededor, se consiguió con un hombre muy apuesto de aproximadamente veintisiete años, quien con una simpática sonrisa la saludó, dándole la mano y rodando la silla para que ella pudiera sentarse.

¡Qué hombre más encantador! La entrevista transcurrió entre risas y chistes. La elegancia de este señor, sumada a su impresionante carisma hicieron a Elizabeth sonreír como, desde hacía tiempo, no lo hacía. Al lado de él, las presiones de la vida parecían desaparecer.

La entrevista culminó en un restaurante lujoso, al cual él la invitó a almorzar. Con la excusa de explicarle su nuevo trabajo, le especifica las labores que deberá desarrollar y el sueldo que obtendrá por ellas: cuatro veces más a su sueldo actual. El papel que deberá desempeñar será el de sub-gerente de recursos humanos, por lo que tendría que trabajar directamente con él. Elizabeth no le da importancia a ese hecho, demasiado conmocionada y feliz por su nuevo salario, como para pensar en cosas sin sentido.

Llena de emoción, decide preguntar cuándo empezaría a trabajar. La respuesta de su nuevo jefe la sorprende:

'Mañana mismo', contesta despreocupado, añadiendo además que deberá presentarse a primera hora muy bien vestida. Algo incómoda, Elizabeth le pregunta qué tipo de traje sería adecuado, admitiendo no contar con esa clase de ropa.

—¡Eso no es problema! —responde Moisés Sánchez, su nuevo jefe, luego de soltar una encantadora carcajada.

Pronto Elizabeth se encuentra siendo guiada por él por los pasillos de un centro comercial cercano al restaurante, y de un momento a otro, descubre que ha cruzado el umbral de una tienda sumamente costosa, de esas a las que ella jamás se habría atrevido a entrar. Totalmente despreocupado, Moisés toma cuatro de los mejores vestido y paga, para luego extendérselos a Elizabeth, que los recibe con la expresión más agradecida que puede hacer.

Al llegar a casa Elizabeth se sorprende de conseguir a Yeremi, quien debería estar trabajando. A su vez, él la mira también algo confundido, por la hora tan temprana a la que ella está llegando. Entonces decide preguntarle dónde estaba, a lo que ella responde llena de emoción relatándole todo lo sucedido; omitiendo, claro, algunos puntos que podrían hacerlo enojar. Obviamente no mencionó el almuerzo con Moisés, ni mucho menos que fue éste quien le compró los vestidos.

Entonces la bolsa de los trajes capta la atención de Yeremi, que perspicaz y algo confundido le pregunta de dónde salieron pues parecen costosos. Elizabeth responde que los compró gracias a un adelanto que se le dio para eso, y su esposo la mira un poco receloso, sintiéndose un poco desconfiado con respecto a ese trabajo tan maravilloso.

Entonces decide contarle acerca del ascenso que le dieron. Le plantea a su vez los planes que tenía para ella, la posibilidad de trabajar en la empresa con él como asistente. Lógicamente, movida por la avaricia y una mentalidad frívola, Elizabeth se rehúsa; a lo que la situación termina en una discusión fuerte, donde Yeremi repite una vez más lo mucho que le desagrada su nuevo empleo.

Rápidamente el conflicto termina, cuando sus mentes se distraen pensando en los trámites que faltan para al fin obtener su casa, así que deberían comenzar lo antes posible a visualizar sus opciones para finalmente elegir. Ya habían pensado en uno de los mejores edificios de la ciudad, pues con sus nuevos salarios era una vivienda accesible; así que no duraron en dirigirse hasta allá para conseguir su nuevo apartamento.

Aún así los problemas y las discusiones se hacían cada vez más frecuentes. La desconfianza de Yeremi parecía aumentar día con día, y Elizabeth se sentía cada vez más harta.


AMORES EN TIEMPOS MODERNOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora