Capitulo XIII:La presión.

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Así, se dedicaron a estudiar tanto como les fue posible, buscando adelantar lo más que pudieran para culminar rápidamente sus estudios; entre el vaivén de la vida en pareja y las maromas mensuales para comprar las cosas que hacían falta en el hogar.

Más pronto de lo que ellos mismos pensaban, ya estaban a punto de terminar. El tiempo había hecho de las suyas, volando de aquí para allá, y en menos de lo que cantaba un gallo, ya estaban a tan sólo seis meses de terminar su formación profesional.

Para Yeremi resultaba algo increíble y hasta cierto punto angustioso también. ¡Dentro de poco, el tecnológico le asignaría las pasantías, un requisito obligatorio para graduarse! Sin embargo, ¿qué sucedería si el lugar donde le designaran realizarlas estuviera lejos de su centro de vida? ¿Y si fuera un sitio apartado y él no pudiera asistir? Dejar su trabajo no era una opción.

Fue entonces, cuando de pronto, como si el cielo mismo hubiera escuchado sus plegarias... ¡Su problema se resolvió! Los directores del tecnológico tomaron una decisión que calmó todas sus preocupaciones: cada estudiante podría elegir y buscar el lugar donde realizar sus prácticas.

Rápidamente y sin titubear se dirigió hasta la oficina de su jefe, para solicitar que le permitieran hacer sus pasantías allí mismo. ¿Qué mejor lugar para practicar que su trabajo? ¡Era, pues, como matar dos pájaros de un tiro! Su jefe, que no era otro que el gerente, redactó una carta a los dueños explicando la situación del empleado, y una semana más tarde, Yeremi obtuvo la respuesta que necesitaba. Y un poco más; con ascenso incluido, colocándolo como gerente de una planta dentro de la empresa.

¡Vaya sorpresa más grata! Yeremi no podía salir de su asombro. ¿El motivo de su ascenso? A los empresarios les agradaban los obreros que se preocupaban por prepararse, y por tanto, se privilegiaba a cada trabajador que así lo hacía. Todo su esfuerzo por surgir al fin estaba dando frutos.

Al llegar a su casa, Yeremi se presenta con una pizza, cervezas y una alegría descomunal. Cruza el umbral de la puerta lleno de energía y abraza a Elizabeth, que lo recibe conmocionada por lo sorpresivo de la situación. Después de todo, Yeremi jamás ha sido un joven de beber ni de fumar. Casi nunca lo había escuchado que decir que iría a alguna fiesta.

Rápidamente, Yeremi despeja sus dudas. Le cuenta las buenas nuevas y ella recibe la noticia con emoción. ¡Su ascenso, el aumento de sueldo...! Todo parece un sueño y desde esa añorada felicidad, las preocupaciones se ven ligeramente más pequeñas. Entre abrazos y besos, toman las cervezas que Yeremi compró, hacen el amor y se duermen.

Al despertar en la mañana, Elizabeth es la primera en abrir los ojos. Está desnuda, a penas cubierta por una de las pocas sábanas que tienen. Aún algo soñolienta recae en todo lo que ha sucedido en tan sólo un año y dos meses, desde que partió de la casa de sus padres hasta su presente al lado de Yeremi.

Sigilosamente se gira en su cama, volteando para así a Yeremi que parece dormir más plácido que nunca. Cariñosamente Elizabeth coloca su mano en el pecho de aquel que fue su novio y ahora es su marido, pensando en todo lo que han pasado juntos.

Todo el esfuerzo, el trabajo, el ahogo de las cuotas, los gastos contínuos... Dinero, dinero, dinero. Nada más que una palabra, pero aún así, ¡cómo lograba traladarles la cabeza! Cuán necesarios eran los billetes, a pesar de no ser más que pedazos de papel.

En medio de todo ese afán, ¿cuándo había sido la última vez que ella había podido despertar así junto a Yeremi? Resulta incluso un poco extraña, tal vez hasta nueva, la sensación de tocar su pecho de esa manera.

Él ciertamente estaba haciendo todo cuanto le era posible. ¿Será que acaso estaba entendiendo al fin las palabras que su madre, con voz ahogada, pronunció antes de que ella se fuera de la casa?

AMORES EN TIEMPOS MODERNOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora