Capítulo 3

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Nota de la autora:

¡Sé que he estado desaparecida! Pero tengo una buena razón... ¡Exámenes finales de segundo de bach! Pero ya solo me queda uno y no es complicado así que aquí estoy. Seguro vuelvo a desaparecer porque tengo que hacer la selectividad, pero volveré. 


Estuve un rato hablando con Marcus y me contó que entrenaba para competiciones tanto nacionales como internacionales, pero que tenía como sueño poder clasificarse para los Juegos Olímpicos, los cuales eran dentro de dos años.

-Suerte entonces.- Esbocé una sonrisa.

-Muchas gracias, Ella.

Miré el reloj y me di cuenta de que tenía que irme para poder llegar al tren.

-Siento irme, pero sino voy a perder el tren y no voy a llegar a la universidad.- Me levanté corriendo y Marcus me agarró del brazo.

-¿Qué estudias?- Preguntó.

-Psicología.- Respondí.

-Bonita carrera, yo la hubiese estudiado si no me hubiese centrado en el deporte. Pásalo bien hoy.


-Mírala que contenta viene.- Le dijo Giselle a Martín.

-¡Te estoy escuchando!- Grité.

-Bueno, pues escúchame.- Rio ella.

-¿Podemos saber la razón por la cual estás tan feliz?- Cuestionó Martín.

Él siempre intentaba sacarme información, pero esta vez no quería decir nada, lo que me había pasado esta mañana no quería compartirlo con nadie, no al menos por ahora.

-No es nada en especial, solo que mi madre me hizo mi desayuno preferido y me dio más energías.

No había mentido. De momento la mañana había sido perfecta porque mi madre me hizo mi desayuno preferido, unas de las razones por las que estaba feliz, luego había hablado con Marcus, la otra razón y la más importante por la que estaba contenta.

Marcus y yo teníamos en común que el pantano nos daba tranquilidad, por eso a mí me gustaba ir a pasear allí y a él le gustaba ir a entrenar por esa misma razón.

Marcus era un chico muy amable, cuidadoso con sus palabras y tenía un sueño que quería alcanzar. Acudir a las Olimpiadas y luego allí, ya se preocuparía por intentar el oro o alguna medalla.

Narra Marcus:

Había sido un duro día de entrenamiento, pero haber podido hablar con Ella me había dado fuerzas para entrenar y me había dado mucha alegría conocer a una persona que también buscaba calma en el pantano y que quería lograr su sueño, ser psicóloga.

-Te veo algo más animado.- Mi entrenador Matías estaba recogiendo las cosas que habíamos utilizado aparte de la piragua.

Mi entrenamiento no solo consistía en montarme en la piragua. Por las mañanas caminábamos cerca de una hora al entrenamiento, calentaba y estiraba, entrenaba en la piragua y luego hacía ejercicios antes de ir a comer. Comíamos y más tarde, estaba dos horas en el gimnasio. Nada más por el resto del día. Acababa de entrenar a las cinco, pero empezando bien temprano, a las seis de la mañana.

-Sí, estoy más animado.- Sonreí como un niño pequeño con un nuevo juguete y mi entrenador enseguida supo porque era.

-Esa chica te ha animado para hoy.

-Sí, ha sido muy amable.

-Y tenéis muchas cosas en común.- Matías rio por su comentario.

-Me ha llamado la atención, pero por ahora solo quiero seguir hablando con ella cuando venga por las mañanas a caminar.

Pasé la tarde con Leila, así se llamaba mi hermana, era una persona muy importante para mí y siempre me estaba apoyando en todo.

Decidí no contarle nada sobre Ella ya que empezaría a hacer preguntas, a agobiarme y no quería eso ahora.

-¿Qué tal el entrenamiento?

-Bien, nada nuevo.- Mentí, pero ella no dudó en ningún momento de que yo estuviese mintiendo.

-¿Ha sido cansado hoy?

-Un poco... Ya sabes que siempre va a ser cansado, pero se me ha hecho ameno.

-¿Y eso?

-No sé, me he levantado con optimismo.

-¿Por qué crees estar en los juegos?

-Sí, tengo oportunidad de ir.

A esto me refiero. Leila solo sabe que preguntar, pero es porque se preocupa. Aun así no quiero que se entere de que Ella está ahora en mi vida.

Eras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora