Capítulo 8

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Nota de la autora:

¡Buenas! Hoy es viernes y tocaba esta historia. ¡Espero que la disfrutéis! No olvidéis dejar un comentario diciendo lo que os ha parecido.

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Marcus montó en otra canoa diferente a la mía ya que eran canoas de una única persona.

No se me daba mal y siempre tenía a Marcus cerca de mí por si algo ocurría. Su entrenador también estaba por allí y sonreía al ver que su alumno estaba feliz y disfrutando.

Al final, le dio el día libre y yo le agradecí porque el rubio se merecía un descanso después de tanto entrenamiento y sin competiciones a la vista debería descansar y no machacarse tanto como lo hizo semanas atrás para luego competir en Francia.

-¿Te apetece venir a casa?

-Por supuesto.

Pero esta vez la comida la hizo Marcus. No cocinaba nada mal, hizo pasta y estaba riquísima.

-Oye...- Murmuré.

Marcus me miró con curiosidad.

-He pasado mala noche.

-Oh.- Él no sabía que más decir.

-Es que ha sido la primera vez que he dormido sola desde... ya sabes.

-Bueno, si quieres puedo quedarme.

-¿En serio?

Mis ojos se iluminaron.

-¡Claro!- Exclamó él.- No tengo ningún problema. Por supuesto dormiríamos separados, no quiero molestarte. Quizás ronque.- Él se rascó la cabeza nervioso.

-No creo.- Reí.

Pasamos la tarde viendo una película y acurrucados en el sofá.

Sentir los latidos de Marcus me tranquilizó bastante y me sonrojé bastante cuando él me echó la manta por encima al ver que yo estaba tiritando de frío. Habíamos puesto la calefacción y encendido la chimenea y aun así no se me pasaba.

-¿Mejor con la manta?

-Sí, algo mejor.

Marcus me rodeó con sus brazos y apoyé mi cabeza en su hombro.

Manzana nuevamente.

-Me gusta tu colonia.- Murmuré.

Él sonrió y yo me sentí agradecida por este momento que la vida nos había regalado.

Narra Marcus:

Había accedido a quedarme en casa de Ella, me había parecido la mejor idea para que ella hoy pudiera dormir tranquila.

Sé que aún no ha superado la muerte de su padre al igual que le pasa a su madre.

Me gustaría formar parte de la vida de Ella y ayudarla en todo lo que hiciera falta. Aunque fuese un gesto tan simple como acompañarla en una noche fría de la reciente primavera.

-No te molesta, ¿verdad?

-No, nadie me echará de menos. Vivo solo.

-¿Tan joven?- Preguntó ella confusa.

-Sí, bueno, mis padres están en Mallorca ahora mismo y mi hermana viaja entre Mallorca y Madrid. A veces está aquí y se queda en casa, otras veces está con mis padres.

-Y hoy es de esos días en los que está con ellos.

-Has acertado.- Solté una risita y eso provocó que Ella riese.

Me gustaba su risa. Mucho más que su sonrisa.


Ella comenzó a quedarse dormida y la desperté suavemente.

-Deberías ir a dormir.

Ella se levantó con cuidado y recogió la manta. Apagó la chimenea y la calefacción.

-Creo que con el edredón y las mantas nos bastará esta noche.

Moví mi cabeza afirmando. Nos dirigimos arriba.

-¿En qué habitación puedo dormir?

Rasqué mi cuello algo nervioso.

-En esta.- Señaló Ella.

Era una habitación bastante bonita.

-¿Y tú dónde dormirás?

-En la de enfrente.

-Oh, está bien. Si te pasa algo, puedes despertarme.- Sonreí. 

Eras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora