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  Tal y como imaginaba, a Sandra casi le ha dado un síncope en cuanto le he explicado lo ocurrido. Me he ahorrado varios detalles. De hecho, me he ahorrado casi todos y tan solo le he transmitido la necesidad de hacer algunos cambios en la oferta y la condición de que sea yo quien lleve la cuenta.

Se ha puesto hecha un basilisco. No ha metido a Gerardo en la conversación, hoy no estaba en la oficina. Eso me ha dejado en clara desventaja en nuestra discusión. Me ha pedido que la avise cuando Morales me cite para una próxima reunión pero me da mala espina. No quiero que se presente conmigo. No quiero ni que advierta mi turbación, ni que haga peligrar las negociaciones por su arrogancia.

Tengo que pensar seriamente si debo ir a hacer una visita al despacho de Gerardo y contarle lo que hay. Me da pánico ir de espaldas a Sandra en esto pero si no tengo más remedio, juro que lo haré. Quieren que IA sea la nueva super cuenta de McNeill, me preguntarán por ella a menudo y de alguna forma tendré que protegerla. No puedo dejar que Sandra se cargue todo el trabajo que estoy haciendo de un plumazo. Además, es una gran oportunidad para mi currículo y le estoy agradecida a Morales por ello.

Mientras retuiteo la foto de los nuevos Loubotin de Eva en la red, recibo un correo de Morales con la próxima reunión. Es una convocatoria para el martes al mediodía en sus oficinas. Solo hay una frase:

«"Esta vez ven con hambre"».

¿Volvemos a quedar para comer? ¿Por qué? ¿No podemos tener una reunión en una sala sin más como todo el mundo? Si esto ya es complicado de por sí, él se empeña en complicarlo mucho más con estas tonterías.

Acepto pero no se la reenvío a Sandra. Ya hablaremos el lunes.

Este fin de semana quiero olvidarme de todos ellos. Necesito salir, emborracharme y follarme a alguien.

Me he pasado todo el día limpiando y organizando. A pesar de vivir en un piso pequeño, cuando te empeñas en limpiar a fondo, sea donde sea, si quiere salir polvo, saldrá como si limpiaras un estadio de fútbol.

Mis amigas están a punto de llegar y yo ya estoy reventada.

Conservo este piso desde que me vine a estudiar a Madrid. Tan solo consta de salón con cocina americana, un cuarto de baño y mi habitación. Para mí sola no necesito nada más. No quería gastar más de lo prudente en un hogar que casi no piso.

Cuando estudiaba, me pasaba el día en la universidad y en la biblioteca y cuando comencé a trabajar, lo he dado todo coleccionando horas extras en la oficina de turno. Eso sí, tenía muy claro que quería vivir en el centro. Los atascos son considerables pero tengo mi propia plaza de garaje y eso ayuda a no comerme la cabeza para aparcar en mitad del barrio de Salamanca.

He tenido que hacer un receso en mitad de mi batalla contra el polvo para contestar a todas las felicitaciones de Facebook. Es curioso la de gente que reaparece en tu vida una vez al año gracias a los recordatorios de la red. Algunas me han sorprendido bastante, como la de Carmen.

No sé si finalmente vendrá a verme y me da miedo pensar que el hecho de que me haya felicitado por aquí sea un signo de que no piensa hacerlo en vivo y en directo. No hemos vuelto a hablar desde nuestra conversación el jueves en el Santceloni. Solo de pensar lo que pudo oír

Morales de aquello, me muero de la vergüenza.

Al final he desistido con la cocina y he encargado la cena a una empresa de catering. He pedido hummus con pita, salmón ahumado, bolitas crocanti de foie y risotto con setas. De postre tengo helado, que siempre es un gran triunfador.

Abro el vino para que se airee mientras me echo un vistazo rápido en el espejo. Me he dejado el pelo suelto en todo su esplendor a excepción de una única trenza que cuelga en mitad de toda la cabellera. Me abrocho un brazalete de plata en cuanto suena el timbre.

EL VENENO QUE NOS SEPARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora