¿Qué les sucedió a los Jensens?

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Caminando por las calles de Londres, me encontré con el café al que fui a la edad de dieciséis, sola, ya que mis padres dormían a la hora en la que a mí me gustaba visitar el lugar. Recuerdo el momento en el que me senté en la mesa al lado de la ventana y me sentí en casa, después de mucho tiempo buscando el lugar en el que mi mente y alma se encontraran en sinfonía. Después de eso, mi hermana había llegado, algo alterada al ver a su pequeña hermana de tan solo 16 años completamente sola en un país desconocido.

Entonces, después de despertar de aquel recuerdo aún doliente en mi interior, me hice saber que años habían pasado, y que sin importar los recuerdos de mi hermana que ese lugar me trajera, entrara, sabiendo que dejar ir algo que me hiciese bien no resolvería ninguno de mis problemas. Y con temor, abrí la puerta, entrando a una pila de recuerdos acumulados, y al mismo tiempo viendo que la mesa al lado de la ventana estaba disponible. La cual estaba en un perfecto estado de soledad. Allí estaba dispuesta una pequeña jarra de agua con flores frescas, y a su lado estaba extendido el menú, pintado a mano por el dueño del lugar.

Habían pasado unas semanas desde que mi tía se fue, ya les había dicho a mis padres de dejarme esa aventura a mí, que en Inglaterra podría encontrar las respuestas, los necesitaba en California cuidando a Jesse. El cual, según ellos me dijeron, se había adaptado cómodamente a la extraña situación. Pero Adam me comentó a escondidas que el joven estaba sufriendo de un típico caso de "enamoramiento". Dijo que no dejaba de parlotear acerca de mí, sin dejar de lado los asombrosos halagos que planteaba.

Miré a la ventana, sabiendo que Aaron estaría por llegar en cuestión de minutos. Miré la ventana, miré la belleza de Londres por solo unos segundos para encontrar tranquilidad. Pero él llegó, interrumpiendo mi momento de calma, obligándome a oír sus estúpidas quejas.

-¿Puedes creer que en ese hotel no sirvan desayuno? ¡Puedo jurar que en la estúpida página lo decía!

-Aaron, la página no decía nada acerca los desayunos.

-Oh, por Dios. No quiero volver a escuchar eso hoy. Eres la sexta persona en decirlo.

-Por algo será...-murmuré.

-Bueno, este es tu momento, Lincolns. Tendrás el placer de tener una larga y muy placentera charla conmigo.-exclamó.

Tiré una carcajada que casi causó que el café saliera por mi nariz. Pero vi que él miraba con seriedad.

-¿Hablabas en serio?-pregunté, tratando de tapar mi sonrisa-Lamento decirte esto Aaron, pero ninguna charla es placentera contigo.

-¿Por qué eso no dañó mis sentimientos? Ah, claro, porque tu opinión me importa menos que la de tu perro.

-No tengo un perro.

-Ahí lo tienes.

Agarró el diario de la mesa de al lado, el cual el señor sentado allí había dejado de lado. Pero no se inmutó, solo siguió tomando su café. Miré a Aaron con molestia al descubrir que utilizó magia para distraer al pobre hombre.

-No se dio cuenta.-refunfuñó-Veo que las noticias tardan mucho en llegar aquí. Mira, están publicando la muerte de los Jensens.-rió.

Le saqué el papel de la mano y comencé a leer.

-"El caso de la familia será cerrado después de dos años de exhaustivo trabajo sin respuestas. Esta claro que este asesino no dejó ni dejará pistas, la policía local del pequeño pueblo en California se rindió."  

Suspiré con tristeza.

-¿Quién los culpa? Sé cómo borrar pistas de una escena.-dijo con soberbia. 

¿Dónde está Melissa? 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora