1. 밉다 니가

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"¿Eres tú quien cambió? ¿O fui yo?

Odio este momento, el tiempo vuela.

Supongo que hemos cambiado.

Supongo que así es como todo cambia.

Sí, te odio, y aunque me dejaras

no ha pasado un solo día en el que no haya pensado en ti,

Honestamente, te echo de menos,

pero ahora, te borraré.

Porque dolerá menos que echarte la culpa."

Habían pasado siglos desde la última vez que escribí acerca del amor. ¿Para qué esforzarme? Era un sentimiento efímero, incluso estúpido. Ni siquiera existía. Sólo para los débiles y los ingenuos. A veces incluso dudaba haberlo experimentado alguna vez en la vida. Al menos desde la lejanía todos aquellos recuerdos parecían meros sucedáneos de una emoción de la que todo el mundo hablaba, pero que yo nunca supe reconocer.

Supongo que perder aquella libreta fue prácticamente una obra de caridad. ¿Quién sabe qué clase de chorrada romántica o melancólica había escrito? Si la leyera ahora, me daría vergüenza ajena con total seguridad.

Apoyé mi barbilla sobre la palma de mi mano tras hincar el codo en la mesa del estudio, en una expresión adormilada. Supongo que nada de lo que me rodeaba era lo suficientemente interesante para permitirme poner otra cara que no fuera de aburrimiento extremo. El hombre de pelo engominado y gafas redondas me observó con los labios fruncidos, como si estuviera conteniendo un grito. Definitivamente, no le caía bien.

—¿En qué se basa el éxito, Min?

—¿En dormir durante veinticuatro horas seguidas?

—Me agotas —gruñó. Estaba poniéndole de los nervios, pero no me importaba demasiado su reacción—. ¿Por qué eres tan testarudo? Solo necesito que colabores.

—No voy a cantar cualquier mierda, Dakho.

—¡Me importa tres cojones lo que quieras! —dio un golpe sordo con el puño en la mesa. Ni siquiera me inmuté. Entorné los ojos como si acabara de presenciar la rabieta de un niño pequeño—. Ni tu bolsillo ni el mío se van a llenar si seguimos así.

—Mis letras llegan a la gente —bufé, altivo.

—No lo suficiente. Ese es tu problema, Yoongi —dijo mientras movía las manos en exceso. Estaba a punto de explotar de rabia—. No puedes hablar sobre lo mucho que odias a todo el jodido mundo los 365 días del año.

Me quedé callado y resoplé. Sabía que tenía razón, pero no había ninguna otra cosa que me inspirara. Estaba rodeado de gilipollas, y el único sentimiento que conseguía expresar en mi día a día eran el odio, y como mucho la indiferencia.

—¿En qué se basa el éxito, Min? —repitió, con la voz rasgada.

—¿En tener fans?

—¡Eso es, hostia, en tener fans! —exclamó, como si acabáramos de descubrir América—. En tener seguidores, gente que esté pendiente de ti las veinticuatro horas. Necesitas causar ese tipo de atracción para triunfar.

—No quiero volver a ser un idol —confesé.

—No me vengas otra vez con ese cuento —sacudió la cabeza—. Además, es oficial que tienes pareja. Eso es otro punto negativo para nuestro bolsillo.

—Aclárate —puse los ojos en blanco. Solía olvidar que tenía novia, por lo que cuando alguien me lo recordaba acostumbraba a ponerme de mala hostia.

—Es malo para nuestro bolsillo porque a las fans les gustan los cantantes solteros —se llevó la mano a la barbilla—. Pero es bueno para nuestro bolsillo, porque gracias a eso has saltado de nuevo a la fama.

—Felicidades por darte cuenta, ¿eres un genio? —cuestioné, con menos ánimos que una piedra.

—¡No te vayas por las ramas! —me acusó. Solté una breve carcajada que no fui capaz de contener—. Necesito una letra. De amor. Antes del domingo.

—No.

—¿Qué has dicho? —amenazó, acusándome con su dedo índice. Puse de nuevo los ojos en blanco, sin despegar mi barbilla de la palma de mi mano.

—Te lo haré saber si se me cae una manzana en la cabeza y se me enciende la bombilla.

—Si se te cae una manzana en la cabeza, lo único que ocurrirá será que perderás neuronas —se levantó de su asiento cogiendo los papeles que contenían mis últimas letras, y los colocó entre sus dedos mientras su cara se transformaba en una mueca burlona—. No eres Einstein.

—Es Newton —él me miró con expresión confusa—. El de la manzana, gilipollas.

Gruñó un par de frases inteligibles y se giró para darme la espalda, a vez que yo esbozaba una media sonrisa triunfal.

—Deja de creer que eres un genio, y hazte famoso rápido —soltó antes de cerrar la puerta del estudio detrás de él con un fuerte golpe.

Liberé uno de los suspiros más largos que había soltado jamás, y miré la letra de la canción que había escrito y había traído aquel mismo día a Dakho para que la revisara. The Last. No estaba tan mal. De hecho, era una puñetera obra maestra. Hice un amago de llevar la mano al papel, para arrugarlo, o romperlo. Pero no me atreví. Es buena. Es una buena canción, pensé.

Apoyé los codos sobre la mesa y escondí la cara entre mis manos. Necesitaba un puto respiro. ¿Una canción antes del domingo? ¿Hablando de qué? ¿De amor? Era como si me pidiera escribir una letra sobre el humo. Ambos son oscuros, densos, pero volátiles a la vez, ¿no?

¿Dónde estará esa puñetera libreta cuando la necesito?

Había escrito algo muy bueno. Lo mantenía en la mente como algo digno de recordar, a pesar de tener la memoria de un pez. En un impulso, le di la vuelta a la hoja sobre la que estaba escrita The Last, y cogí el bolígrafo negro que aún estaba sobre la mesa.

Era sobre... algo sobre el tiempo, los cambios... Pero tenía una frase... una frase muy buena...

Llevé la punta del bolígrafo al papel a pesar de que sabía que estaba en blanco, y me quedé mirando la mesa de madera como si esperara que fuera a convertirse en mi musa de un momento a otro. Pero nunca lo haría. Lo único que podía hacer era intentar que volviera a mi mente ese borroso recuerdo de aquella sonrisa. ¿Cómo era? ¿Lo había olvidado?

¿Me obligué a olvidarla? A lo mejor ni siquiera lo hice. Tal vez no fuera tan importante como yo pensaba.

Resoplé por enésima vez y, pasados los cinco minutos, me rendí. Guardé en mi pequeño maletín las letras, los papeles y el bolígrafo, y me levanté. No tenía tiempo para una gilipollez como aquella. Tendría que buscar inspiración y, aunque no sabía cómo, aquel lugar sin ventanas y con olor a cerrado no me ayudaría.

Tenía una sola semana para inventar alguna estupidez romántica cualquiera. Sería suficiente, ¿verdad?

Non-Ethereal » Min Yoongi 《CLOSED》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora