3. 친구

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Alice.

Salí despavorida de aquella habitación como si hubiera visto un fantasma —aunque prácticamente lo era—. No podía ser que él estuviera allí. No, no, no, gritaba interiormente. Al fin y al cabo, la última vez que nos vimos ambos estábamos en Daegu. Supuse que seguiría allí, que me había librado de toda aquella historia. Bufé mientras atravesaba el pasillo, en dirección a mi jefa, Yang. Ella, al verme, hizo una mueca de extrañeza.

—¿Qué mosca te ha picado? —dijo, examinando mi rostro incluso ante de que llegara a su altura, a paso ligero—. ¿Te ha hecho algo? —cuestionó, sin comprender.

—¿Agust D? —pregunté con voz sarcástica y jadeé por la carrera. Como si estuviera persiguiéndome una jauría de perros, miré hacia atrás durante un breve segundo—. No puedo hacerlo —sentencié, negando con la cabeza rotundamente—. ¿Puedes...?

—Pero, ¿por...?

—¡No puedo, Yang! Es una larga historia —interrumpí. Tenía con ella la suficiente confianza como para alterarme de aquella manera.

—¿Le conoces? ¿A Agust D? —me preguntó como si estuviéramos hablando del mismísimo presidente.

Blasfemé en un gruñido algo que no entendí ni yo misma, y bajé la voz como si las paredes tuvieran oídos. Estaba alterada en sobremanera, cuando aquello no tenía por qué estresarme. Min Yoongi era una reliquia de mi pasado que no tenía intención de desenterrar. Había pasado mucho tiempo. Pero durante un segundo en aquella habitación volví a notar aquella sensación de falta de aire. Supuse que sólo sería un mero dejà vú.

—Él y yo, bueno... —hice una mueca y un gesto nervioso con los ojos que Yang tradujo enseguida en lo que le quería decir. Se llevó la mano a la boca—. Hazlo tú, por favor.

Ella enmudeció por un segundo. Supuse que era por la sorpresa de la noticia. Ingenua de mí.

—Perdona —escuché voz ronca a mi espalda. Me giré, sabiendo quién era. Carraspeó—. ¿Podrías explicarme esta parte? —cuestionó Yoongi, señalando algo en el papel que le había entregado antes—. Soy nuevo en esto.

Su aparente inocencia me descolocaba. Por un momento pensé que me había confundido de persona, o que me estaba tomando el pelo. Pero Yang me propinó un leve codazo invisible para Yoongi, así que me vi obligada a soltar un quejido y asentir. Después de todo, seguía siendo mi jefa.

—Claro... —murmuré. Me giré para mirar a Yang, pero ella ya se había ido. De todas formas, probablemente después volvería para enterarse del cotilleo. Teníamos esa clase de relación. Habíamos normalizado la mezcla entre los chismorreos y el trabajo.

Para cuando volví a mirar a Yoongi, él también había avanzado un par de pasos. Giró su cara para mirarme y me hizo una seña para que le siguiera, de nuevo, hasta la sala. No podía negar que una parte de mí quería volver a hablar con él, pero sabía que no era una buena opción. Poniendo mis pasos sobre los míos, volvimos a la sala de la que había huido minutos atrás.

Estaba guapo. Estaba increíblemente guapo. Su pelo negro estaba más cuidado de lo que lo había estado jamás. Incluso su ropa. Sin embargo, seguía desbordando ese aura de chico malo al que jamás llegarás a conocer, porque ni siquiera él mismo lo hace. Se apoyó en la mesa y alzó la vista para encararme, a lo que yo carraspeé.

—¿Cómo te ha ido la vida? —recitó, como si llevara ensayando esa frase durante horas.

Me limité a encogerme de hombros porque, aunque la vida me iba mejor que nunca, su presencia aún me perturbaba y no sabía de qué manera reaccionar. Qué estúpida, inquietarse por un fantasma...

Non-Ethereal » Min Yoongi 《CLOSED》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora