Non-Ethereal » Min Yoongi 《CLOSED》

19. 고백

Alice.

Mientras me duchaba, no podía evitar pensar en aquel improvisado beso que Yoongi no parecía recordar. ¿Estaría bien si se lo dijera? ¿Cómo reaccionaría? A lo mejor ni siquiera me creería. Me debatía en una discusión interna porque, para qué mentir, estaba hecha un manojo de nervios. Mis sentimientos por Jimin no habían cambiado en absoluto —de hecho, le echaba muchísimo de menos—, pero mi pecho aún dolía cuando Yoongi estaba cerca. ¿Y si Jimin no volvía? ¿Y si no pudiera contener mis sentimientos por Yoongi? Ambas opciones me daban miedo, porque sabía que, ocurriera lo que ocurriera, yo terminaría perdiendo.

Cuando me hube duchado, me maquillé con rapidez y me vestí antes de salir al salón, donde Yoongi estaba esperándome con una manzana a medio terminar en la mano izquierda y el móvil en la derecha. Sentado en la encimera de la cocina americana, levantó la vista cuando se percató de mi presencia.

—¿Por qué no estás comiendo algo con sustancia? Estás muy delgado, Patas de Pollo —dije mientras me dirigía a paso ligero hacia la nevera con intención de preparar algo.

Yoongi no respondió, así que tras unos segundos de silencio me giré para mirarle. El chico me observaba con detenimiento mientras masticaba con calma. Se había bajado de la encimera para poder hacerme frente, y se había apoyado en ella. Parpadeé al ver que no apartaba los ojos de mí y bajé la vista al notar que estaba empezando a ruborizarme.

—¿Qué mosca te ha picado? —gruñí.

—Tienes un saltamontes en el pelo —dijo con indiferencia mientras volvía a llevar la manzana a su boca y le daba otro mordisco.

Ante aquella afirmación, respondí abriendo los ojos de par en par y sacudiendo la cabeza como si no hubiera un mañana mientras el graciosillo de Min Yoongi explotaba en carcajadas. Al ver mi desesperada reacción y mis gritos provocados por el asco, alzó las manos en son de paz y, con los ojos llorosos por la risa, se acercó a mí para coger mis muñecas y que dejara así de hacer aspavientos.

—Era broma, ¡era broma! —espetó al ver que mi desesperación estaba rozando el límite. Al escucharle cambié mi expresión de inmediato e hice fuerza para alzar las manos con intención de propinarle una colleja. Pero, una vez más, él fue más fuerte que yo. Lo único que conseguí fue que se burlara aún más si cabía por mi flojera—. Te pasas la puñetera vida llamándome Patas de Pollo. Algún día te la tenía que devolver.

Solté un murmullo de fastidio ininteligible, me coloqué el pelo y volví a girarme para abrir la nevera. Sin embargo, Yoongi puso la mano en el material frío y blanco del refrigerador para que me fuera imposible conseguir mi propósito. Volví a tirar un par de veces, pero él no me dejó abrirlo.

—¿Hoy es el día internacional de tomarme el pelo? —giré mi cuerpo noventa grados para encararle y puse mis brazos en jarras. A él pareció divertirle aquella reacción, ya que dibujó una cautivadora sonrisa de medio lado.

—Que no, payasa —como si fuera un gesto automático, volvió a agarrar mis muñecas y tiró de ellas para que me acercara a su cuerpo. Por un momento pensé que su intención era abrazarme, pero nos quedamos a unos centímetros el uno del otro—. Vámonos al estudio a empezar la canción, y te invito a comer.

—Lo que quieres es aprovecharte de mi ingenio —hice una mueca con sorna.

Él se limitó a sonreír a una distancia casi imperceptible de mí, mostrando sus encías. Por primera vez desde que conocía a Yoongi, me percaté de que sus ojos me escudriñaban con una ternura sobrehumana. Como si aquella estúpida rabieta de niña pequeña le resultara lo más adorable del mundo. Pero era Min Yoongi. Agust D. El serio y callado chico al que le había costado horrores abrirse a mí; ese que se agobiaba cuando entraba en una sala con demasiada gente. Durante aquellos días en los que nos habíamos vuelto a encontrar, nuestra relación se había reforzado. Ya no era tóxica. Éramos solo un par de amigos que se divertían juntos. Amigos. ¿Era esa la fórmula? ¿La clave para poder llevarnos bien? ¿Ser solo amigos?