Capítulo 07: Revelación

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Intenté abrir la puerta, el cuarto era demasiado sofocante que se estaba encogiendo, de un momento a otro iba a desfallecer. Necesitaba aire, aire fresco que llenara mi cuerpo de vida. Pero la puerta la tenían cerrada a cal y canto.

Miré mi mano, preguntándome porque no podía hacer magia, los otros si podían aplicarla en ese cuartucho, entonces, ¿por qué yo no? La sentía corriendo por mi cuerpo, desesperada por salir, pero estaba atrapada como yo. ¡Qué injusto era!

Me recargué sobre la puerta, con las rodillas pegadas al pecho, observando el techo, esperando ver una araña en él, juro que sería lo más interesante que pasara en ese lugar.

Había pasado dos días desde que soñé con Mónica y de ahí, todo era rutinario. El chico de la trenza sólo había ido como dos veces y se portó mucho más distante conmigo e incluso apenas y me dirigía la palabra, eso me dolió. Therion por su parte tampoco me había ido a visitar y mejor así, no lo quería ver y me daba cierto repelús el hecho de que se refirió a mí como su futura esposa, como si quisiera casarme con él, en mi vida jamás me había cruzado una idea tan estúpida. Si me dieran a escoger entre besar a Therion o besar una de esas criaturas amorfas que aparecieron en el templo, yo misma le propongo matrimonio a uno de esos seres indefinidos.

No pude evitar imaginarme la situación, pero el que llevaba el vestido de novia era el monstruo y tenía un lindo maquillaje que le resaltaba... ¿las mejillas? Empecé a reír por la boba visualización.

Escuché el tintineo de las llaves y cómo una de ellas era incrustada en el picaporte, me aparté de inmediato para ver al chico de la trenza asomándose por el marco de la puerta.

—Ven —me llamó con la mano.

Obediente como un perro feliz al que sacan a pasear me acerqué a él.

Me ató las manos, pero no con tanta presión como lo hacían los demás. Lo seguí en silencio, y su comportamiento era muy sigiloso, antes de dar vuelta a una esquina siempre se asomaba antes. Subimos por unas escaleras, en esta ocasión presté más atención a mi alrededor, y era una casa muy grande con muchos pasillos y escaleras, así que estoy segura que se trataba de una mansión gigante de color blanca. Quién sabe y a lo mejor me encontraba en la Casa Blanca de los Estados Unidos de América.

No había cuadros ni nada que adornara las insípidas paredes, así que ya no tenía caso verle más al lugar.

Llegamos ante una puerta que él abrió lentamente y me jaló.

Me quitó el amarré de las manos.

Era un cuarto, obviamente más completo que el mío, ahí si había una cama, un ropero, un escritorio, y tenía un balcón. Dichoso.

—¿Por qué me traes aquí? —le pregunté, porque era raro salir de mi cuarto e ir a otro.

—Es mi habitación —dijo yéndose hacia el balcón.

—Linda —respondí escueta, estoy segura que no me había llevado a su cuarto nada más para restregarme en la cara que tenía un balcón y yo no.

—No me quejo, tiene una linda vista —y el desgraciado sí me lo restregó porque se dirigió al balcón y abrió la puerta.

—Eso no responde a mi pregunta —inquirí.

Me acerqué a él, con confianza le agarré el antebrazo. Él se tensó un poco y miró mi mano. Dudé en contarle, pero tal vez él podría explicarme el efímero momento que tuve con Mónica.

—Soñé con Mónica —dije sin más.

—¿Quién es Mónica? —preguntó él, notablemente confundido.

Luna Blackwood: Una Bruja IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora