Capítulo 11: La fiesta

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Fue impactante saber que ya era mi cumpleaños, lo había olvidado por completo. El tiempo se había escapado de mis manos irremediablemente, debí haberme graduado hace meses de la preparatoria y haber empezado la universidad en la que había sido admitida. Un plan sencillo sin ningún otro propósito más que estudiar y tener una profesión, pero todo se fue al trasto. Me sentía frustrada.

—¿Qué ocurre amor? ¿Te sientes mal por cumplir años? —Interrogó Therion, por un instante había olvidado su presencia.

—No —respondí con amargura.

Quería llorar de coraje, detesté por un momento mi vida por no lograr un simple objetivo que no involucraba la magia. Quería ser veterinaria.

—Oficialmente tu cumpleaños es a partir de la media noche, todavía estamos a 28 de noviembre —habló Therion con voz suave.

—No todo en la vida es magia —repetí las palabras de mi tío Warren y ahora entendía la importancia de ellas.

Él me observó detenidamente, tuve que tragarme el coraje antes de cometer una estupidez que seguro me mandaría de regreso al calabozo. Empecé a contar mientras trataba de relajarme. Me obligué a recordar las palabras que me dijo Warren y pensar en que en un rato más estaría lejos de Therion.

—Pareces molesta —acotó Therion.

Me mordí la mejilla mientras mi cerebro trataba de encontrar un punto medio para responder. Pero Therion no me quitaba la vista de encima y eso me molestaba. Suspiré hondamente para mantener la calma.

—Vayamos a tu estúpida fiesta, tengo hambre. ¿Habrá pastel? Espero que sea de café porque es mi favorito —dije, estaba irritada por todo.

Salí de su habitación sin esperarlo. Caminé rápidamente, destilando mi molestia.

Me recargué en la pared y miré al techo. Tenía que controlarme, algo que me estaba costando. En pocas horas cumpliría dieciocho años, y estaría sola... bueno, con Warren, pero no contaba porque al final de cuentas, él era prácticamente un desconocido para mí. Me encantaría celebrar mi cumpleaños al lado de mi papá y mis amigos, no me importaba que no hicieran una fiesta, sólo deseaba que estuvieran conmigo.

Escuché los pasos de alguien acercándose, miré a Therion que caminaba a paso tranquilo hacia mí, vestido ya con un elegante traje negro y un moñito negro en el cuello, lo raro en él, es que en las manos sostenía unos zapatos plateados.

Dejé escapar un pesado suspiro y tuve que darme ánimos para no darle un motivo a Therion para que me lavara el cerebro.

—Ponte estas zapatillas —me indicó.

—Estás bromeando, ¿cierto? —pregunté escéptica.

Aquellas zapatillas tenían un tacón esquelético de unos quince centímetros de altura, diseñados por el mismo diablo para romper tobillos y dientes.

—No. Las escogí especialmente para ti —dijo con suma seriedad—. Mi futura esposa debe lucir radiante, elegante y hermosa.

—Consíguete a otra que se los ponga —respondí, lista para marcharme.

—Qué te las pongas —me agarró del codo. Sus pupilas se estaban contrayendo.

—Ya, está bien, así con un modo tan amable como el tuyo es imposible decir que no —agarré las zapatillas, me resultó muy tentador clavarle los tacones en los ojos—. Están muy altas, nunca había caminado con esta clase de zapatillas.

Luna Blackwood: Una Bruja IndomableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora