La leyenda del sol naciente

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Cuenta la historia, que mucho tiempo atrás, cuando el sol y la luna eran uno solo, habitaba esta inmensa tierra un poderoso Rey, cuyo reino se extendía por grandes extensiones de tierra, más de las que podrían ser escritas.

El Rey, se consideraba a sí mismo el hombre más afortunado, pues tenía todo lo que quería, todo el poder y la riqueza que cualquier ser humano pudiera desear, sin embargo, el Rey tenía un gran problema, pues aparte de ser sumamente avaro, era sumamente cruel, los súbditos del Rey, sufrían constantemente los abusos de este, tanto físico como verbales, sin embargo no podían escapar, pues el reino era tan amplio, que no tenían lugar a donde ir.

Para el Rey, en cambio, todo era perfecto y la forma de tratar a sus súbditos era la correcta, más bien, consideraba que el trabajar para él, era el mayor honor que podían tener, además él les daba de comer y eso era más que suficiente, les decía súbditos, porque aún no existía la palabra esclavitud.

Un día, el Rey, salió a dar uno de sus largos paseos, pues amaba contemplar todo aquello que le pertenecía, mientras se regocijaba pensando en los hombres que nunca en su vida iban a poder tener eso que él poseía, mientras paseaba en su caravana, el Rey pudo ver por su ventana a una hermosa chica, quien se encontraba cortando flores por el camino, el Rey no pudo pensar en nada más que aquella hermosa chica, en su rostro, en cómo el cabello le caía sobre los hombros, en sus hermosos ojos y de pronto, su reino dejó de ser tan bello, no le importó que más que este se extendiera de este a oeste, el Rey solo podía pensar en la chica que había visto ese día.

Si antes, el Rey amaba sus paseos por su reino, ahora eran una obsesión, su pan de cada día, siempre por la misma ruta, sin embargo, por más que trataba, no tenía la suerte de verse con la chica, el Rey, con un sentimiento de aflicción que nunca había cruzado antes por su ser, decidió volver al castillo.

Desde la vez que su mirada se cruzó con la de aquella chica, el Rey no era él mismo, había perdido el apetito, no tenía el mismo orgullo, hasta se olvidó de tratar mal a sus súbditos, todo porque lo abrumaba y obsesionaba el recuerdo de aquella chica.

Mientras el Rey paseaba de nuevo, sin esperanza alguna, pudo observar la silueta de aquella chica que le había robado la paz, el Rey no sabía, que su corazón podía latir con tanta fuerza, ese momento añorado, ese momento deseado había llegado. Hizo detener la caravana de golpe, y bajándose presuntuoso del carruaje, se acercó a la chica, la saludó como si ella fuera la persona más afortunada del planeta y la invitó a dar una vuelta con él en su carruaje, la chica, que poseía un corazón de oro y un alma pura, no aceptó la invitación del Rey, ya que su corazón pertenecía a alguien más.

El Rey no daba crédito a lo que él escuchaba, le recordó que él era el Rey de toda esta gran tierra y que si ella accedía a dar un paseo con ella, él podría darle lo que ella quisiera, sin embargo, nada de esto cambió la respuesta de la chica, que le dijo al Rey, que ella se marcharía a casa, pero que le agradecía de corazón su amable oferta.

El Rey con el orgullo herido, hizo a uno de sus hombres, seguir a la chica, con el fin de conocer donde ella vivía, el hombre del Rey, con cuidado de no ser descubierto, cumplió la misión y al día siguiente guío al Rey hasta donde vivía la chica, el Rey siempre presuntuoso se acercó a la vivienda y tocó con parsimonia la puerta, la chica salió y no pudo evitar sentirse contrariada al ver al Rey sonriendo en el umbral, el Rey esta vez, quería ser más directo, así que le ofreció a la chica el reino entero a cambio de que esta se casara con él, sin embargo la chica lo rechazó, el Rey no lo podía creer, ¿Quién era esa chica para rechazarlo a él, el hombre más poderoso que habitaba sobre esa tierra?, mientras el Rey estaba absorto en sus pensamientos, un humilde joven salió de la vivienda, la chica le dijo al Rey que él era el dueño de su corazón, esto fue demasiado para el Rey, quién furioso desenvainó su espada y los mató a los dos.

Los dioses entonces, al ver ese crimen tan atroz, decidieron darle una nueva oportunidad a la pareja de mantener su eterno amor y los separaron en la luna y el sol, ella reinará el día y él la noche, ella es el sol y él la luna, ella sale todas las mañanas por el este y se pone por el oeste abarcando todo el reino, deseando encontrar al amor que un egoísta Rey le quitó, mientras los dos astros celestes, son el castigo del Rey, a quienes los dioses hicieron inmortal, para que viva contemplando su crimen y el capricho que nunca podrá alcanzar, por toda la eternidad.

A solas con la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora