El sol no había llegado a sentarse en su trono celeste por completo, no eran ni las 8 de la mañana mientras él se encontraba sentado en el asiento de un autobús que le llevaría hasta su lugar de trabajo, sostenía un sabroso sándwich en su mano, sándwich que sería su desayuno en el momento oportuno, por mientras veía un desfile de personas, subiendo al autobús, distintas personas, distintas vidas que iban a compartir un viaje hasta sus diferentes destinos, por unos minutos, esas vidas se iban a cruzar, pensaba, mientras un joven calvo y con barba ocupaba el asiento de al lado.
Cuando el autobús dejó la parada y se dirigió a realizar la ruta trazada, el hombre se dedicó a mirar por la ventana, dibujaba la melancolía a cada metro que avanzaban, se inclinaba sobre el cristal como si estuviera deseando pasar a través de el, como si quisiera ser parte de la vida que dejaba atrás, tal vez pensaba en su vida, en su familia, tal vez pensaba en regresar a su hogar y ser recibido con una sonrisa o !un hola papá!, o quizá ser recibido por el silencio de un apartamento vacío, pero por el momento solo le quedaba la jornada laboral por delante.
Aferraba el sándwich con cariño, como si fuera lo único real que tenía en el mundo, se inclinaba sobre si mismo como si tuviera un monstruo en su espalda que lo obligaba a doblegarse, al frente un sujeto de esos con un traje caro que se ve humilde a la par del ego de quienes lo usan, miraba con desprecio al hombre, pues para él las buenas personas y las amistades se distinguían por el salario devengado por mes, mientras veía al hombre con ojos de desprecio, sonó el celular y con orgullo latente contestaba con una sonrisa sumisa a un "licenciado" que le hablaba al otro lado de la línea, sin embargo el hombre no ponía atención, estaba fijamente viendo a la ventana con ojos de dolor, imaginándose, quizá, otra vida u otra realidad.
Cerca de llegar a su destino, consultó su reloj, ese viejo compañero inmisericorde que le mostraba los segundos de dolor que habían pasado desde que despertó y le mostraba con maldad, la tonelada de segundos que habían de llegar y que el hombre no sabía si iba a llegar a disfrutar, cuando estaba a escasos metros de su parada, se despegó de la ventana, le pidió de manera afable y serena, al joven calvo que se encontraba al lado, que si le daba campo para poder bajar, el joven se hizo a un lado y el hombre bajó del autobús, dejando la tristeza atrás para que fuera ella quién ahora viera por la ventana, pues él no podía mostrarse así, pensaba mientras caminaba a su trabajo para iniciar nuevamente esa rutina que algún bastardo decidió llamar vida.
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A solas con la luna
RastgeleCuántas veces no hemos hecho la luna nuestra consejera, la que guarda los secretos de nuestro corazón, la que nos ha visto llorar, por eso, A solas con la luna, es una serie de relatos cortos, que hablan de diversos temas, cada uno es una historia y...