Capítulo 21

1 0 0
                                    


Perdida en el laberinto

Me di cuenta de que estábamos cerca del castillo porque el paisaje había cambiado, hace rato que habíamos dejado la ciudad y nos habíamos adentrado en el bosque, pero ahora el bosque daba paso a una hermosa vista. El castillo se alzaba imponente, como cualquier castillo, sin embargo este era algo oscuro, como si un halo lo cubriera. Tenía altas torres, creo que se dividía en tres alas y tenía un hermoso jardín, apuesto a que tendría una piscina o un lago, tal vez ambos. También había un laberinto y en la entrada se alzaba un estatua de un ángel de la muerte, feroz y mortal.

-Es hermoso ¿no? Dicen que la belleza es para tentar a las almas puras –dijo Aria y me guiño un ojo, se portaba como siempre.

-Lástima que mi alma no sea pura y se pierda todo ese esfuerzo –dije y ambas nos reímos.

El viaje había durado como 45 minutos. A penas puse un pie en el castillo fue como si una energía me recorriera el cuerpo, me tambalee por un momento cuando Aria me ayudo a estabilizarme.

-Es normal tu reacción, el castillo está lleno de magia y tal vez tu alma la reconozca pero tu cuerpo lucha contra ella –susurro para que nada más la escuchara yo –Pronto se te pasara.

Solo pude asentir ya que todavía me sentía un poco inestable, sin embargo eso no me detuvo de mirar todo mientras caminábamos. El castillo por dentro era aún más grande y hermoso que por fuera, un poco oscuro si me preguntas pero con todo lo de estar en el reino "oscuro" y eso, creo que se adapta bien. Techos altos y paredes de colores burdeos, dándole a todo un toque de realeza. Moría de las ganas de mirar por todo el castillo pero Aria me dijo que estaba prohibido ir a cualquier parte del castillo que no fuese público por lo que nada más fuimos por la entrada principal. Claro, así como el resto de castillo, todo era perfecto y hermoso. No creía que me pudiese gustar tanto el Regnum Tenebris, pero sorprendentemente era muy atrayente, justo como había dicho Aria su belleza era como un imán para cualquier ser.

Recorrimos un largo pasillo con techo en forma de bóveda y cuadros en ambos lados de las paredes con lo que podría adivinar era la dinastía real.

-Estos fueron las familias reales que han vivido aquí desde el principio de la vida –dijo Aria mientras señalaba los cuadros, luego señalo uno casi al final –Ese es el de la actual familia real. Ahí el príncipe era solo un niño, doce años creo.

Me fije en el cuadro con mucha atención, consistía en tres personas. El rey estaba de pie al lado izquierdo de un trono dorado con terciopelo rojo, como los de los cuentos, obviamente llevaba puesta una corona de hecha de algún material oscuro ya que era negra y estaba adornada con joyas de colores oscuros. El rey Lykaos se veía imponente, asumo que mediría casi dos metros, su cabello era negros y lo llevaba a la barbilla con tanto estilo que no se veía mal, sus ojos eran de color marrón y su piel era dorada, como si se hubiese bronceado un poco, se veía de unos treinta y algo, de hecho se veía muy bien.

La reina estaba sentada en el trono, la mano de su esposo reposaba en su hombro de forma protectora. Mientras que el rey vestía un traje oscuro con una capa de un profundo morado, la reina Aine lucía un vestido rosado, casi blanco, que la hacía parecer un ángel. Su rostro transmitía lo que pensaba que toda reina debía, tranquilidad y compasión. Ella llevaba una corana un poco más pequeña que su esposo pero que estaba hecha del mismo material oscuro y llevaba las mismas joyas, además de las de sus aretes y gargantilla. Aine, tenía el cabello rubio en un trenzado complicado, sus ojos verdes brillaban con amor y su piel blanca se veía como de porcelana. La reina, Aine tenía una mano en su regazo y la otra tomaba la mano de un pequeño niño.

El príncipe, del cual todavía no sabía su nombre, se aferraba a la mano de su madre casi con demasiada fuerza. Sin embargo su rostro se veía despreocupado y tenía una pequeña sonrisa, como si tuviera miedo de sonreír mucho. El príncipe tenía una pequeña corona de plata, casi como una banda lisa excepto por los pocas joyas aquí y allá. El vestía un traje como su padre pero en color gris plata. Se notaba que estaba entre la niñez y la madurez ya que se notaba que sus rasgos perdían la redondez de la niñez. No era muy alto, tal vez ahora lo fuera, tenía un gran parecido a su madre con el cabello rubio oscuro algo largo y sus brillantes ojos verdes, por otro lado el color de su piel era la de su padre, bronceada. Ese príncipe debe de ser un bombón, pensé.

Shooting Star (Reapers #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora