◀ Mentiras ▶

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Las costillas le dolían, pero no tanto como el orgullo. El solo pensar que terminó siendo derribado por el pelirrojo le daban ganas de vomitar; y peor ahora que lo tenia justo al lado.

Blas movía su pie de un lado al otro, mientras esperaba a que el director apareciera, con sus cuarenta y tantos a cuestas, las ojeras producto de los viajes y, seguramente, también de pensar en que clase de líos se habrá metido Dani, su único hijo, en su ausencia.

Cameron estaba impávido, con una sonrisa burlona, un ojo morado y unos rasguños casi tan largos como su propio ego. Su desagradable y asqueroso, ego.

Cantó jamás logró entender como alguien tan maravilloso, increíble y amable como Carlos, pudo pasar tanto tiempo con una persona tan falsa y con aires de superioridad como Cameron Torres. Si, era atractivo, tal vez ahora más gracias a su cabello más largo y su rostro más firme, pero estaba podrido por dentro, y eso no cambiará por más guapo que sea.

—Buena derecha, Cantó —dijo Torres mientras se reía por lo bajo.

—Pues tu patada es pasable, pero le falta firmeza —Blas creía que era mejor seguirle el juego, al menos por ahora.

Ambos recordaban lo que había pasado hace solo unos veinte minutos.
Aquel aire tenso, las miradas perturbadoras, el profundo resentimiento que se podía notar solo con estar cerca de ambas personas. Ellos, que se miraban de forma cruel y sin tregua.

Torres avanzó unos pasos hacia Cantó, con aires de seguridad, el cabello tirado hacia atrás, una mano en los bolsillos y la boca rebosando de veneno y cizaña. Blas, quien no quería parecer débil, menos en frente de Carlos, no vacilo; recordó aquellos consejos de no meterse en líos que no le convenían, pero esta vez poco le importó.

En pocos minutos se estaban soltando pequeños puñales verbales, hasta que el pelirrojo involucró al bien más preciado de Blas, Carlos. Desde ahí, la cosa se tornó mucho más turbia.

Después de la pelea, ambos tuvieron que ser separados por otros alumnos y algunos profesores. La cara con moretones y un dolor en las costillas que Blas tendría que revisar más adelante, solo por si las dudas.

—Pasen, son los siguientes —La secretaria, de mala gana, avisó a ambos muchachos que debían entrar a hablar con la cabeza del lugar.

El padre de Dani había mantenido siempre la misma postura seria desde hace años, es más, si te fijas bien en todas las fotos que existían de él, siempre salía con esa expresión amargada y a la vez confusa; hombre de pocas palabras y caracter fuerte, muy pegado a la antigua. En todas las formas posibles.

—Señor Torres, veo que aún sigue pensando que mi oficina es su habitad natural —Cameron no decía nada, permanecía con la misma sonrisa arrogante con la que entró, y tal vez esta no desaparecería hasta que saliera del reciento.

—En cambio usted, Señor Cantó —Inició el hombre de nuevo—, no lo veo por aquí desde... ¿Primaria, tal vez?

Blas se encongió de hombros, más por vergüenza que por cualquier otro motivo alterno, sus mejillas se tiñeron de rojo, pero intentó disimularlo lo más que pudo. Después de esa pelea, lo último que necesitaba era que Cameron lo viera como un enemigo fácil de vencer.

Después de un poco de sermón básico que todos los directores usan para sansionar. El director les ofreció un trato, ellos se quedarían para limpiar los salones (cada uno un día distinto) y él no llamaba a sus padres ni colocaba una infracción en su registro escolar. Ambos estuvieron de acuerdo.

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—Blas se está tardando mucho —Carlos caminaba de un lado al otro durante el receso.

Atentamente B [Blarlos/Blarlie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora