Capítulo 1: Tham (parte 3)

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Rendirse traía aparejado varios inconvenientes, pero iban sorteándolos. Los thama podían ser cobardes, pero nunca perezosos.

Ya tenían preparados los regalos, la doncella virgen estaba lista, pero había un importante problema que aún no resolvían: ¿cómo iban a llegar a la otra aldea con todas esas ofrendas de paz?

No solían incursionar en las pantanosas aguas del norte porque no había allí aldeas con las que comerciar. Disponían apenas de algunos botes que navegaban en los ríos que corrían hacia el sur. ¿Podrían navegar las espesas y poco profundas aguas del pantano? Era poco probable y muy peligroso. Pero los ingeniosos constructores del pueblo encontraron la solución al inventar "un camino flotante". Estaba hecho de troncos de madera balsa atados con lianas que formaban plataformas largas de cinco o seis metros. Juntaron suficiente madera como para hacer cinco plataformas. Sólo cinco. Se unían unas a otras por amarres de soga que cada una llevaba en la parte de adelante y se prendían a los pilares que llevaba la otra en la parte de atrás. Así que mientras la procesión con los regalos avanzaba por las tres de adelante un par de hombres descalzaba la última balsa, otros dos tiraban de ella por sogas y otro la guiaba con una caña larga hasta ponerla frente a las demás; se enganchaba con las sogas y la procesión continuaba su camino, mientras la última plataforma venía ya a ocupar su lugar en el frente.

Desde que empezó a preparar su partida, los obsequios y los animales de la ofrenda, Ribée se sentía más nerviosa y asustada que nunca.

Se pasó todo el camino rogando a las Musas del Destino que tuvieran piedad de ella. No tenía idea de qué le deparaba el futuro. Podía llegar a ser esclava de un pueblo cruel, tratada como una pobre sirvienta. Aunque lo más probable era que la obligaran a casarse con un hombre que ni conocía. En el peor de los casos, sería sacrificada en algún ritual sangriento a esos dioses desconocidos de los que descendían. O al menos eso era lo que creían. Nadie tenía certeza de nada. Lo único que le quedaba era la esperanza de ser por fin útil para su pueblo.

El fin de NoweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora