Capítulo 9
(Segundo fragmento)
FRÍO
Ribée se sintió cansada después de remar por más de media hora. El sudor le humedecía la piel y esta se enfriaba con rapidez por las bajas temperaturas del pantano. No pronunció palabra. Ya no se sentía sujeta a la orden del jefe de recolectores, sino que quería ahorrar fuerzas para impulsar el bote. Entre el peso del saco con tierra, el enorme hombre que la acompañaba y la viscosidad del agua, se sentía casi al borde del agotamiento.
Sin embargo, Derló sí le habló un par de veces, para corregir su rumbo.
—Detente —le pidió y Ribée dejó de remar—. No, detén el bote o vas a chocar con la plataforma —le exigió, alarmado.
Ella maniobró los remos para detener la marcha pero no lo logró a tiempo. El bote impactó contra algo duro. La chica cayó hacia atrás y se dio la cabeza contra la madera. Derló ya no estaba en el bote, había saltado a un pequeño muelle antes del choque. En realidad no era un muelle, sino más bien una plancha construida con cañas amarradas, sostenidas por un tronco grueso que se hundía en el agua pantanosa, poco más alto que el borde del bote. Las cañas crujieron con el embiste del navío y Derló perdió estabilidad.
Ribée pensó que había caído al agua, al menos eso pensó desde su posición, cabeza abajo, dentro del bote. Intentó enderezarse pero un fuerte mareo la venció.
—Dame la mano —le escuchó decir y tuvo que ahogar un grito cuando lo vio frente a ella, con la palma extendida listo para ayudarla. La sorpresa dio paso a una risa que no pudo contener. Él se veía muy ridículo allí parado vistiendo el pequeño saco de piel de una doncella.
—Luce encantadora —murmuró ella fingiendo la voz de su madre.
—No estás en condiciones de volver por ti misma —declaró Derló muy serio.
Ribée se limitó a ponerse de pie y sobarse la cabeza sin meditar en las palabras de Derló. No notó que entre su comportamiento torpe y errático, el mareo y la risa, se estaba comportando como cuando estaba en la bruma.
Él la ayudó a parase sobre la tambaleante plataforma de cañas en la que apenas entraban ambos.
—Lo siento —se disculpó Derló—. Es por precaución.
Sin explicar más tomó a Ribée del mentón con sus dos grandes manos. El aire se atoró en su pecho, su corazón no latió, el pánico la invadió por una fracción de segundo y luego todo se volvió negro.
Humo, olor a quemado, flamas furiosas, madera ardiendo, pero no calienta.
Era el incendio de siempre pero esta vez no despedía calor. Su pesadilla no la abrasaba. El problema era el humo, tanto humo, negro, espeso, no le permitía respirar, necesitaba oxígeno. Se desesperaba por poder inhalar. ¡Se asfixiaba!
Despertó alterada, como siempre cuando volvía de una de sus pesadillas. Estaba en su catre, cubierta con su tapado de pieles, solo que esta vez no estaba acalorada, sino que tenía mucho frío, estaba helada.
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El fin de Nowe
FantasyLa historia de mi pueblo no empieza aquí entre las colinas fértiles y los arroyos de agua clara. Tampoco más allá, pasando el gran cañón y los bosques frondosos cargados de leyendas. Ni más lejos aún, subiendo por la boca del gran río, adentrándose...