Capítulo 6: Límites (Parte 1)

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Capítulo 6

(Primer fragmento)

LÍMITES


Los días pasaron y Ribée trató de adaptarse a su nueva vida. Las noches seguían siendo difíciles, pero durante el día podía olvidar las pesadillas.

"Mira el lado positivo" se decía a sí misma y enlistaba las cosas buenas: la gente era amable entre sí y con ella; no la trataban como a una paria, sino que le consultaban y la escuchaban con interés; no estaban en guerra ni parecían planear una; y lo más importante de todo, estaba viva y era libre de ir y venir como todos los demás.

Ribée solía charlar a menudo con los hombres que integraban la ronda de jefes, cuando la mandaban llamar o aún mientras hacía las tareas que ella misma se había encomendado para preservar las ofrendas y hacer que den sus frutos. Vorck la acompañaba y la hacía sentir parte de la aldea. Su hijo Geré, iba con ellos tomando nota de todas las enseñanzas de Ribée. La gente empezaba a olvidar por qué ella había llegado allí y el asunto de la guerra y la ofrenda quedó, por el momento, relegado a un mito. Si no fuera por su contextura pequeña y su llamativo cabello verde, Ribée podía haber pasado por una calima más.

En apenas una semana tuvo alumnos en varias disciplinas. Quiso enseñarles a sembrar, pero para eso necesitaban tierra.  Preguntó si sabían extraer suelo fértil del pantano, pero nadie, ni siquiera Derló sabían cómo hacerlo. Entonces decidió empezar por lo más básico de lo básico. Había jóvenes con ansias de riesgos y aventuras que insistieron en aprender a conseguir tierra fértil, con la supervisión de Derló. Ella les explicó dónde conseguirla, cómo debía ser su consistencia y color. No era su especialidad, así que esperó ser lo más específica posible con su encargo.

Cuando Cali, uno de los recolectores, dejó a sus pies un saco que despedía un intenso olor a podrido, Ribée se dio cuenta de que no habían entendido qué era lo que se suponía que tenía que llevarle.

—Esto no sirve —dijo entre decepcionada y avergonzada. Temía que su comentario sonara a regaño o que ofendiera al joven. Lo que Cali le había traído no era más que una bolsa llena de barro, demasiado húmedo para poder ser usado solo y no tenía con qué mezclarlo, así que no le serviría en absoluto.

El joven recolector le echó una mirada significativa. Tenía los brazos sucios hasta el codo, la ropa y el pelo manchados de lodo podrido.

—Lo siento —se disculpó ella—. Tal vez no me supe explicar bien, pero...

—No, está bien —la interrumpió Cali—, es sólo que no pudimos acercarnos a la orilla como dijiste.

—Es peligroso —agregó Derló, que llegó detrás de su compañero. Estaba sucio con barro y mojado de pies a cabeza. Traía al hombro una red con unos cinco pescados.

—Pero... —balbuceó Ribée que no entendía qué peligro podía acarrear llegar a la orilla—. No es tan lejos. —Miró a Geré que estaba a su lado, pidiendo ayuda silenciosa.

—En realidad sí lo es. O al menos eso me han dicho —dijo el escriba.

—¿Qué hago con esto? —preguntó Cali.

—Déjalo junto a los corrales —le pidió Ribée con la sensación incómoda de estar dando una orden—. Ya veré cómo lo arreglo.

Geré le hizo un gesto para que lo acompañe y ella lo siguió con los pies a la rastra y ganas de hacer un berrinche. "No es propio de una doncella" se repetía a sí misma imitando mentalmente la voz de su madre.

Llegaron a una choza en el centro de la aldea, dentro, tres de las paredes estaban cubiertas con estanterías llenas de papeles, pergaminos, incluso libros y botellas con líquidos oscuros. Había una mesa extra llena de artefactos extraños, como un pequeño laboratorio y otra común como la que estaba en su choza. También había un catre, dos bancas bajas y un arcón. Del techo de la choza colgaban plumas de distintos colores y tamaños. Ribée se distrajo admirando las curiosidades que poblaban las repisas.

—Mira —le pidió Geré. Estaba de rodillas frente a la mesita del centro, sobre la que había extendido un plano—. Estas son las chozas, hasta aquí llega la plataforma y el extremo es el muelle —dijo a medida que señalaba hacia el exterior del mapa—. Esto es lo que Bilse llama "difuso" —señaló una zona que rodeaba a la aldea como a unos quinientos metros de la plataforma—. Si no estás preparado para mantenerte en equilibrio entre acá y allá... no vas a volver —agrego en un susurro.

—¿Qué es el "acá" y el "allá"? —preguntó ella mientras se sentaba junto a Geré.

—Acá estamos en Nowe, el plano transitable no es extenso, se termina ahí, en lo difuso. Un paso más allá estás en el límite, otro paso y no mantendrás el equilibrio. Puedes "caer" al mundo material, tu mundo y terminar en el pantano, ahogada, congelada o perdida. O puedes "avanzar" hacia el mundo celestial, tu cuerpo y tu alma pasarán a otro plano de la existencia y ya no podrás regresar. No hay camino de vuelta, si lo intentas, terminarás perdida.

Ribée estudiaba el mapa y meditaba las explicaciones de Geré. ¿Tan pequeño era el lugar donde podían moverse? Estaban encerrados. No podían recorrer más de un kilómetro sin "perderse", lo que entendió que no era más que otra forma de referirse a la muerte.

—¿Puedo llevármelo para estudiarlo un poco? —le pidió.

—¡De ninguna manera! —le contestó con una sonrisa nerviosa—. Esto no sale de la choza. Son mi responsabilidad.

—Pero... no puede ser... yo... —balbuceaba buscando palabras para convencerlo.

Otra vez la frustración infantil. Una vez que sentía que todo marchaba bien, su mala suerte frustraba sus planes de ser útil, de ser alguien que sabe algo. Debía admitir que por dentro se sentía desesperada por ser más que un regalo o un adorno.

Geré había apoyado el codo en la mesa y su mentón sobre la palma de la mano, en esa posición y con el asomo de una sonrisa, miraba atentamente a Ribée con sus ojos de noche estrellada.

—No te pongas mal. Parece que te vas a echar a llorar.

Ribée frunció el ceño contrariada.

—No voy a ponerme a llorar —retrucó en un tono que decía lo contrario.

—Puedes venir y estudiar el plano todas las veces que quieras. Incluso puedo ayudarte a encontrar algún dato en particular que necesites —miró a su alrededor con una mezcla de placer y orgullo—. Aun no me he leído todo, no hace mucho que los tengo y debo ponerme a organizarlo, pero podría encontrar algo que te sea útil.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Ribée.

—La historia de Nowe. Se supone que debería ser mi principal tarea en este momento, pero... nadie contaba con una visita tan interesante. Otra vez le clavó esa perturbadora mirada y Ribée se sintió incómoda en una forma difícil de explicar en ese momento—. Me encantaría tenerte aquí todos los días —agregó.

 Me encantaría tenerte aquí todos los días —agregó

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El fin de NoweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora