Capítulo 7: Difuso (parte 2)

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En memoria a Chester Bennington. Gracias.

Capítulo 7

(Segundo fragmento)

Difuso

—Esto es maravilloso y escalofriante en partes iguales —comentó Ribée. Derló no dijo nada—. ¿Seguimos en la aldea?

—¿A qué te refieres? —preguntó él.

—Es que vi los planos y Geré me dijo que todo se termina a unos cuantos metros, en lo difuso.

—¿Geré te mostró los planos? —preguntó incrédulo.

—Sí, ¿por qué? —respondió ella con preocupación—. ¿Está mal que lo haya hecho?

Tuvo la alarmante sensación de haber hablado de más. Tal vez había puesto a Geré en problemas.

—No lo sé —contestó Derló pensativo—, Liley nunca dejaba que nadie viera sus papeles.

—¿Quién? —quiso saber ella, curiosa.

—El guardián anterior, Liley, nunca dejaba que nadie vea sus cosas, no compartía sus conocimientos con los demás. Sólo enseñó a Geré a escribir porque necesitaba ayuda y accedió a enseñarle a leer el idioma antiguo porque el chico es hijo de Vorck.

Ese despliegue de sinceridad de parte del pescador la asombró, no sólo porque no solía hablar tanto, sino porque había resentimiento en su voz.

Siguieron avanzando otro trecho y Ribée empezó a sentir que la bruma se ponía cada vez más densa y pegajosa.

—¿Estamos llegando al borde? —inquirió.

—No. Todavía falta.

—¿Cómo lo sabe?

Él demoró varios segundos en contestar.

—Sólo lo sé. Hago esto todos los días —agregó.

La bruma los envolvía por completo, todo era blanco a su alrededor, ya no se veía ni un punto de la aldea. Ribée no sabía si estaban demasiado lejos o aún cerca. Trato de recordar el plano. De repente se sintió cansada.

—Siento que llevamos mucho tiempo caminando sin avanzar a ningún lado.

—Puedo mostrarte algo, si prometes guardar el secreto —había algo en el tono de su voz que no había escuchado antes, algo que lo hacía casi vulnerable—. No puede saberlo nadie, ni siquiera Vorck ¡ni mucho menos Bilse! —se detuvo y bajó la mirada hacia Ribée quien asintió con la cabeza—. Promételo —exigió.

—Lo prometo —afirmó ella con un poco de miedo.

Él miró hacia adelante, extendió el brazo y lo abanicó como barriendo la bruma. La blancura se volvió menos espesa y una mancha gris apareció frente a su rostro. Poco a poco se fue oscureciendo, hasta que apareció una imagen del otro lado. Derló acababa de crear una ventana en la niebla y Ribée podía ver el pantano. Por una fracción de segundo le pareció que un brillo extra iluminaba los tatuajes en el rostro del recolector.

—Este lugar me resulta cada vez más extraño —dijo sorprendida—. En mi cabeza imaginaba a Nowe como un túnel y ahora se me antoja como un agujero grande al que se le pueden abrir agujeros más pequeños —dijo con voz soñadora—. Me recuerda a un queso, con muchos huecos. ¿Nosotros seríamos los gusanos?

Miró a Derló que no le prestaba atención y seguía con la mirada perdida.

—Queso —murmuró él—. Extraño el queso.

—¿Sabe lo que es eso? —preguntó ella y le costó pronunciar las palabras.

—Claro que sí, Nowe no siempre ha estado en un pantano. —Siguió caminando y arrastrando a Ribée con él.

—No saben lo que es un conejo pero tenían vacas —declaró ella, aunque no le encontró ningún significado a la frase una vez que la pronunció.

A medida que avanzaban se empezó a sentir feliz, pero de una forma muy boba. No podía dejar de sonreír, incluso se le escapó una risita. La cabeza le daba vueltas, se sintió más cansada, somnolienta.

—¿Te sientes bien? —le preguntó Derló preocupado.

Su voz sonó lejana, cómo debajo del agua. Todo estaba blanco y en calma. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía allí?

—Qué sueño tan extraño —susurró. Era cierto, ella siempre tenía pesadillas llenas de horror, gritos, fuego y olor a quemado. Sin embargo, ese era un sueño hermoso, tranquilizador y cálido del que no quería despertar.

—¿Ribée? —la llamó Derló con voz severa.

—Llevamos años caminando —le contestó ella.

—No —le dijo él, imperativo—. No, no ¡no! —le gritó desesperado—. ¡Ribée, vuelve! ¡Ahora!

Todo se volvió blanco para la chica. La bruma se apoderó de ella, se le metió por la nariz, la boca y los oídos, llenó sus ojos y apagó su mente. Se abandonó a su sueño blanco.

Desde muy lejos, escuchó la voz suave de un hombre que le decía una y otra vez "vuelve conmigo".

Desde muy lejos, escuchó la voz suave de un hombre que le decía una y otra vez "vuelve conmigo"

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El fin de NoweDonde viven las historias. Descúbrelo ahora