Doble ataque.

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Mire el reloj de la pared que marcaban las 07:40hrs de la mañana, fruncí el ceño y saque cinco fichas clínicas más, Fabiola aun no llegaba y nos faltaban manos para atender a todos los pacientes, más de los que nos faltaban cuando estábamos todos; 5 técnicos y 1 enfermera no era suficiente para cubrir un piso completo atestado de pacientes que necesitaban vigilancia constantemente. Mi cuello se comenzó a tensar levemente y le ignore deliberadamente, no era buen momento para dolores corporales.

-El señor John se ha arrancado la sonda –Informó Guillermo caminando rápidamente hacia mí. Mi frente se arrugó en respuesta

-¿Otra vez? –Él hizo una mueca

-Esa no es la peor parte –Dijo y lamenté en silencio –Las llaves de la gaveta no están y Fabiola fue la última que cerro –Reprimí una maldición

-Ve al piso de abajo –Dije tratando de dar una solución rápida –Pide una sonda y diles que la voy a reponer lo antes posible –Termine diciendo juntando mis manos en forma de plegaria. Él asintió y me dio un apretón en el hombro de forma reconfortante. Con un suspiro me encamine a la habitación A13

Saque una batea, lubricante urológico, gasas estériles, solución antiséptica diluida, suero, jeringa de 10cc, bolsa recolectora y material para la limpieza genital del paciente; coloqué los implementos sobre la mesilla, cerré las cortinas que separaban la cama de las de los otros pacientes y comencé a hacer el aseo genital mientras le indicaba al señor John que NO debía arrancarse la sonda puesto que lo único que conseguiría sería alargar su estadía en el hospital, contraer una posible infección o causarse algún daño indeseado, a lo que él respondía de las molestias que esta le ocasionaban para moverse tranquilamente, después de un largo rato y dando varias razones del por qué no debía hacerlo, de malas ganas, prometió comportarse.

Una vez terminado el aseo genital, Guillermo llegó con la sonda que necesitaba, ofreció su ayuda y con un agradecimiento la negué para que continuase con sus procedimientos y no atrasarnos más de lo que ya estábamos. Lavé mis manos y coloqué los guantes estériles para realizar el procedimiento. Una vez listo, conecte la sonda a la bolsa recolectora y la colgué en el soporte de la cama.

Corrí las cortinas que nos aislaban, retiré los implementos utilizados para desecharlos y lavé mis manos nuevamente. Busqué la ficha clínica del paciente y comencé a anotar el procedimiento que se había realizado y dando gracias al cielo que no presentara complicaciones. Le pedí a Erica que guardará la ficha y mientras ella tomaba la tomaba de mis manos, el Doctor capullo apareció malhumorado como de costumbre. Era mi cuarto día aquí y ya sospechaba que el ceño fruncido era parte de su cara

-Necesito las placas de tórax de 4-A10 –Dijo sin detenerse, pestañe confundida, no recordaba que me hubiera pedido realizar ese examen a ninguno de los pacientes

-¿Placas? –Pegunté un poco aturdida pero él ni siquiera se volvió a responder. Mire a Erica aun desconcertada y esta se encogió de hombros

-Alguien tendrá problemas –Cantarrujeo volviendo su atención a su computadora. Cuenta hasta mil me dije pidiéndole la ficha de la paciente en cuestión, ella me lo entregó de inmediato, rebusque entre las solicitudes pero nada, o él se equivocaba o se me había olvidado por completo, esta ultima era algo imposible así que con la ficha en mano me dirigí hasta su oficina.

La pared de esta que daba hacia el pasillo era de cristal al igual que la "pecera" que llamaban por sala de reuniones que muy pocas veces la utilizaban para exposiciones de médicos que realizaban investigaciones. Su oficina contaba con tres sillones grises de paredes, en medio una mesita con revistas y algunos juguetes de niños y un escritorio caoba con estantes de tras en donde reposaba una chica de cabello castaño hasta la barbilla y gafas rojas sobre el puente de su nariz

Red Cristals   I: WoundsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora