La tregua.

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Apenas había logrado dormir tres horas y no había comido gran cosa, la relación con mis compañeros de trabajo no había mejorado en nada pero el "sabotaje" había quedado a un lado y ya con eso me daba por pagada. El doctor Bauchene estuvo fuera la semana siguiente después del pequeño encuentro y daba gracias al cielo por ello. Manejar con mi equipo ya era bastante duro como para lidiar con él también. Los pacientes a su cargo quedaron a cuidado del Doctor Neira y de las enfermeras de turnos, pero debido a las licencias de algunas Jannell, Tamara y yo estábamos cargando con todo el peso de lo que ello significara. Las comidas y descansos se habían esfumado de nuestros vocabularios, siendo reemplazadas por horas de estrés, fichas y procedimientos.

-Te ves como si te hubieran pasado por mierda –Romina se acercó a mí para ayudarme con los nuevos suplementos para las gavetas.

-Tu sinceridad a veces es muy molesta –Respondí guardando los paquetes de agujas y jeringas. Ella rió e interpuso sus manos entre las gavetas y yo

-Ve a comer algo, yo me encargo de esto –Dijo haciendo un gesto hacia las cuatro cajas aun por desempacar. Hice una mueca

-Ya comí –Respondí –Además, mientras antes esto se ordene, antes nos desocuparemos –Ro puso los ojos en blanco

-Eres la primera persona que conozco que se alimenta de aire –Dijo quitándome las cosas de mis manos – Aliméntate o terminaras desapareciendo y no tengo ánimos de buscar a otra amiga perra –Frunció el ceño hacia mí

-Bien –Me di por vencida – pero si necesitas ayuda en algo me avisas y vendré de inmediato –Dije, ella asintió en respuesta y con un "lárgate de mi vista" me encamine al casino del hospital. No recordaba cual había sido la última comida decente que había tenido, ni en qué momento había sido, el trabajo me estaba abarcando todo mi tiempo y en comida era en lo menos que pensaba.

Pedí un sándwich de pollo y lechuga con un jugo de frambuesa y una bolsita de frutos secos que tenía pasas, almendras, nueces y maní para después. Me senté cerca del ventanal que daba hacia la calle y me permití relajarme unos minutos cerrando mis ojos mientras llevaba pequeños trozos de mi sándwich a mi boca. Estaba tan concentrada en ello que me sobresalté al escuchar carraspear a alguien a mi lado, alce la vista sintiendo mi garganta apretarse y no dejar pasar nada de mi deplorable almuerzo.

-¿Puedo? –El Doctor Bauchene apuntó a la silla que se encontraba vacía frente a mí. Asentí en respuesta sin poder pronunciar palabra y me vi obligada a tomar un poco de jugo para liberar mi garganta. Su presencia era tan abrumadora que sentí mi cuerpo reaccionar automáticamente. Él se sentó frente a mí con gracia y sus ojos azul oscuro fijos en los míos, vestía un traje negro a rayas perfectamente amoldado a su cuerpo, camisa color azul marino que hacia resaltar aun más su mirada y en su barbilla cincelada aparecía una pequeña patilla de dos días. Si no fuese un capullo podría ser alguien atractivo, pero en su mirada seguía ese aire de superioridad y desprecio hacia quien fuese que se le atravesase. Apoyó los codos sobre la mesa, miró su costoso reloj plateado, le dio un vistazo a mí ya nada apetitoso sándwich y luego volvió la vista a mí

-No sabía que había llegado –Dije sacando la voz intentando que no temblara en el proceso pero falle miserablemente

-No tenía por qué saberlo –Respondió este con su habitual tono de voz. Reprimí un insulto y cuadré mis hombros ante él. Debía parecer fuerte o de lo contrario el capullo me comería con papas fritas después de lo sucedido hace una semana. Ro me había idolatrado dos días seguidos después de aquello, no solo por la forma que le hable a Fabiola y Dayanne, sino también al capullo que tenía enfrente. Sintiendo mis manos sudar tomé mi celular para ver la hora, no habían pasado ni siquiera veinte minutos desde que llegué aquí pero aun así me aclaré la garganta y me obligue a hablar otra vez

Red Cristals   I: WoundsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora