De la lejanía un auto llegó, justo en la ciudad capital, Berlín, eran las 5 de la mañana cuando Alfred fue abandonado ahí por sus captores, desde que tenia 17 años había sido capturado y explotado sexualmente a los pederastas, ya ahora con sus 19 años era librado de esa esclavitud; la razón era que estaba en cinta, esperando a dos productos con casi 8 meses de gestación. Era algo difícil de que pasara, pero pasó, lo peor, era que no sabia quien de esos enfermos había depositado en él esos productos, pero, si sabia quienes lo habían tirado a su suerte. Así fue como a empujones le hicieron bajar del auto, mismo al cual vio partir, ese amanecer jamás olvidaría.
El viento aprisionaba la piel, y como era de esperarse, el frío era terrible, solo sentía como su vientre se contraía, era espeluznante ver Berlín a las 5 am, sólo, con el frío y esos bebés.
Caminó por las calles vacías, estaba asustado, tenía miedo de todo, no quería que abusaran de él más, tampoco deseaba morir de frío y ahora su estómago gruñía por el hambre ya que la noche anterior no había comido, no tenia ni un peso, no tenia a quien acudir y dos cositas en su vientre dependían de él. Así fue como siguió en busca de donde resguardarse del frío, se sentó en una banca del parque cercano que encontró, calentó sus manos frotándolas y cuidó a sus retoños del frío tomándolos en un abrazo. No sabia si estaban bien, solo sabia que eran niños por que un médico le había visto cuando los iba a abortar, el cual le suplico que no le hiciera eso, que quería tener a esas inocentes criaturas. Al saber eso el jefe de los hombres captores fue quien había dado la orden de abandonarlo, pues ya no servía para el comercio sexual por esos nenes -...mm perdónenme- susurró mientras trataba de darles calor con sus manos, que cuando tocaban esa panza se movían acomodándose.
Paso así una hora, quizás más, el hambre aumentaba, el frío también y sus bebés cesaban sus movimientos, estaba asustado, tenia que comer, tenia que hacer algo o sus bebés se iban a morir junto con él, no tenia familia, su familia ni si quiera sabia que estaba ahí, si quiera apenas hablaba Alemán, de algo estaba seguro, que el no aguantaría y que si eso pasaba sus amados bebés no iban a ver la luz del sol. La impotencia de no poder moverse en el frío le hizo ponerse a llorar en el parque, animando a sus bebés a moverse un poco pero parecían estáticos, no quería perderlos, eran producto de su inocencia.
Alfred era de origen americano, guapo, muy bello, delgado por el embarazo, alegre a pesar de sus males y muy carismático, si tenia que venderse sexualmente para comer por sus bebés lo haría, la realidad era que nadie a las 6 am iba a querer tener sexo y menos con un embarazado. Estaba mareándose a causa del hambre, sus hijos ya no se movían.
Iba a resignarse, a esperar la muerte con sus nenes, juntos los tres hasta que miró el hermoso sol y sus primeros rayos, a la luna esconderse detrás del bello resplandor, pensó por un momento en esos pequeños que tenia en su vientre, que no verían ese bello cielo amanecer y un rayito de sol le dio esperanza, ese sol que conforme iba saliendo le estaba dando el calor que necesitaba, dejando de temblar y percibiendo un suave movimiento de su pequeño de la izquierda que movió al de la derecha, sonrió alegre de que ellos estuvieran con él.
Tomó un poco de respiro, pensó con todo y sus mareos, se secó las lágrimas, sonrió un poco y decidió que ese día iba a mendigar para que comieran y de ahí pediría ayuda para llegar al hospital ahí de seguro atenderían su caso, traer a los nenes al mundo y darlos en adopción, aunque esa idea le destrozara el corazón, no podía tenerlos consigo, irían a padecer, prefería verlos bien aunque con una familia ajena a verlos sufrir con él y padecer, era su triste realidad, ni siquiera una ropita para ellos tenia, menos iba a tener techo para darles. Estaba decidido, ellos verían el cielo azul, pero no con él.
Ludwig, un atractivo rubio arquitecto Alemán, de 24 años, estaba a las carreras, su auto se había averiado y estaba saliendo tarde hacia su trabajo, su jefe era un desgraciado que le haría la vida imposible si este se llegaba con retraso. No había ni podido desayunar, así que optó por meter pan en una bolsa, tomar un poco de jugo y salir corriendo a esperar el camión ya que su auto le seria entregado a las doce de la tarde. Caminaba rumbo al paradero mientras comía de su pan, bebía su jugo de naranja cuando miró al camión írsele, vaya día, malo y amaneciendo.
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UNA CANCIÓN DE AMOR PARA EL MISERABLE
Fiksi PenggemarAlfred es abandonado por sus traficantes luego de que este resultara embarazado, en busca de un poco de calor y comida se topa con un hombre quien parecia tener una vida miserable, un Aleman recien dejado por su novia. Los personajes no me pertenece...