Unos días después decidí volver al orfanato para ver si ya le habían levantado el castigo a Sebastián.
La madre Olga me dijo que así había sido, pero que no podría resivir visitas durante una semana, le cuestioné el porqué y sólo se limitó a contestarme diciendo "secuelas del castigo".Esa señora cada día me parecía más extraña, Olga Rusoff, había llegado aquí de una manera muy peculiar, sus padres eran de origen Estadounidense y habían venido hasta aquí atraidos por el turismo que caracterizaba la isla, Olga tenía la edad de seis años para ese entonces.
El hecho de ver a tres Estadounidenses en el pueblo no causó ningún tipo de revuelo, todo mundo creyó lo que los padres de Olga habían dicho acerca de sus razones de estar aquí, todo mundo creyó la historia, hasta que pasó lo que marcó y dio un giro total a la vida de la pequeña Olga. Sus padres, no eran personas normales, habían venido hasta aquí con la idea de huir, el padre de Olga era parte de una banda de delincuentes y posibles drogadictos en los Estados Unidos, cuando su mujer tuvo a Olga, él le prometio que saldría de aquello, y lo hizo luego de cinco años, vinieron hasta acá pensando y tomando en cuenta la marginalidad del pueblo, pero eso no fue suficiente. Un año después de haber estado viviendo aquí, la familia Rusoff, llegó a su fin. Estando un domingo la familia en misa, unos encapuchados entraron en plena celebración y dieron por terminada la vida de los padres de Olga. Desde entonces la pequeña quedó en manos de la iglesia, convirtiendose en monja y hoy en día ocupando el cargo de madre superiora.
En aquel entonces dicha historia causó mucha conmoción, recuerdo a mi madre haberla relatado cada que tenía oportunidad, pero para ahora son muy pocos los que la conocen o recuerdan. Quizás por eso Olga era tan severa con los niños del orfanato, porque también conoció lo que es ser una criatura huérfana.
Después de que fui al orfanato, me dirigí a la comisaría. Tras llegar y ponerme al tanto de si había ocurrido alguna novedad y como normalmente no había ninguna, decidí tomar una taza de café.
- Llamada para ti Jones. - Exclamó Smelt.
- ¿De quién se trata?
- No lo sé, una mujer, dice que se llama Helen.
Tras reconocer el nombre me apresuré a tomar la llamada.
- ¿Hola? - dije ya teniendo el teléfono en manos.
- Hola soy Helen, la que te tiró las compras la otra vez.
- Sí le recuerdo, pensé que ya no llamaría.
- Por algo le he pedido el número ¿no cree?
- Supongo, pero dígame, ¿a qué se debe tal sorpresa?
- Es que aquella noche no tuve la oportunidad de presentarme formalmente y me preguntaba si quería ir a almorzar conmigo para hacerlo.
- Bueno, en ese caso dígame dónde y cuándo le recojo.
- Al medio día, en el orfanato Luz de Esperanza.
- ¿El orfanato?
- Sí, soy enfermera, pero ya tendremos tiempo para hablar de eso, hasta el medio día.
- Adiós.
Aquella llamada representó para mí el comienzo de la historia.
Cuando llegó la hora que habiamos acordado ya me encontraba frente al portón del orfanato, unos segundos después le ví salir, era una mujer muy bella, alta, delgada, pelirroja y de ojos verdes.
- Hola - dijo sacandome de mi ensueño.
- Hola, disculpa la formalidad, es que vengo de la comisaría.
- Ay no importa, siempre he pensado que los hombres se ven mejor de traje.
Luego de parlotear de una manera que se me hizo parecer coqueteo, nos dirigimos al comedor de la calle Cristal.
Tras estar allá, Helen me contó que había venido como asistente del Dr. Adams y que a penas tenía aproximadamente un mes en el pueblo. Había estado hospedada en el orfanato, pero estaba en busca de algún lugar para vivir. Le cuestioné el porqué necesitaría Adams una asistente cuando era más que evidente que en el pueblo no ocurría la gran cosa o por lo menos no nada relevante. Helen dijo que el doctor le había propuesto que fuese enfermera en el orfanato tras haber ocurrido la muerte de un pequeño, de ese modo, estaría al tanto de la situación física de los niños y tendría un mayor control ante posibles surgimientos.
- Es una causa muy noble, es usted un alma solidaria.
- Puede tutealme, y sí, es una causa noble.
- Espero que su estadía en Esperanza sea gratificante.
- Yo espero lo mismo.
- Bueno, ha sido muy buena compañia, pero debo volver a la comisaría.
- Sí, entiendo, yo también debo regresar al orfanato, gracias por aceptar mi invitación.
- Gracias a ti, hacía años que no comía algo decente. ¿me regalas tu número?
- Por supuesto, luego de que me lleves al orfanato lo haré con gusto.
- Claro, no hay ningún inconveniente.
Durante el camino al orfanato, hablamos acerca de como era la gente en los pueblos y como era la gente de ciudad, me gustaba escucharle, su voz era tan suave que se me antojaba dulce. Tras llegar me dio su número telefónico y yo tenía una nueva misión, jamás había tenido un teléfono movil y por primera vez tuve deseos de poseer uno.
Fui a una tienda de celulares y compré al que más alardeos dio el vendedor, rápidamente agregué el número de Helen a la agenda conteniendo mis ganas de llamarle.
Al llegar a la comisaría Smelt me miraba con cara de asombro.
- ¿Ocurre algo? - Le cuestioné.
- No, sólo observaba lo rápido que las feminas pueden cambiar a un hombre.
- Si lo dices por el celular hace tiempo que pensaba comprarme uno.
- Jones, ni siquiera sabía que te habías comprado un celular, tranquilo, enamorarse es lo normal, lo natural, sólo intenta no perder la cabeza.
- A penas y la conozco.
- Amor a primera vista, así le llaman.
- No estoy enamorado Smelt.
- Oye si necesitas un consejo para saber como llevartela a la cama me avisas, yo soy viejo en esto.
Me dirigí al baño fastidiado.
- También tengo un libro de posiciones. - Le escuché gritar antes de que sonara el estruendo de la puerta tras mi espalda.

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Experimento 908
Mystery / Thriller¿Salvar a unos o matar a otros? Esta es la question en Experimento #908. Todos los derechos del autor reservados. No al plagio.