Nunca fui un hombre de creer en mitos, pero no niego que en aquel momento llegó a mi la idea de darle algo de credibilidad a lo que se rumoreaba en el pueblo y impulsado por esto decidí hacer una visita al orfanato.
Recuerdo que al llegar fui recibido por la madre superiora, Olga, era una señora de una edad ya avanzada y en su arrugado rostro aún se podían vislumbrar algunos rasgos que en su juventud seguro eran una representación de su belleza.
Tras una acogedora bienvenida, Olga decidió ser directa y cuestionó acerca de cuáles eran los propósitos de mi inesperada visita.— Sólo quería pasearme un poco por aquí, para conocer el ambiente en que se desarrollan los refugiados, aunque si tiene algún inconveniente no tengo ningún problema en retirarme. — Le respondí con voz suave y cortés.
—No, no tengo inconveniente alguno con su presencia, sólo que es algo un poco inusual tener visitantes aquí.
— Bueno siendo así me sentiré en la confianza de pedir a alguien acompañarme en mi recorrido, si le parece y no es molestia, me gustaría que me guíe uno de los internos.
Dicho esto y terminada la conversación la monja me dirigió por un largo pasillo donde se encontraban las habitaciones.
— ¿Pero no están todos los niños debajo? —Le cuestioné con extrañeza.
— Sabe, siempre tratamos de controlarlo todo, pero siempre hay algo que se escapa, así es la vida. Podría apostar lo que quiera a que hay alguien en este pasillo, creo que esta es una buena oportunidad para castigarle.
— Así que está diciéndome que su seguridad aparenta ser concreta cuando en realidad son consientes de que existen cabos que no logran atar.
— Cuando hay muchos quehaceres el ama de casa se ocupa en lo primordial y deja de darle importancia al leve goteo de la pluma.
— Entiendo. — Le contesté sin querer darle largas a la conversación.
Casi al llegar al final del pasillo escuché unos murmullos justo donde doblaba la esquina. Nos acercamos lo suficiente como para ver como el pequeño Sebastian trataba de emprender la huida.
— No corras —Advirtió la Religiosa—. Tengo una misión para ti.—Terminó.
Olga le explicó al niño en que consistiría su ''misión'' que para mi sorpresa y estoy seguro que también la de Olga, aceptó entusiasta.
La madre se retiró del lugar y me dejó en compañía de Sebastian.
— ¿Y dime Sebastian, por qué estabas en el pasillo?
— Usted es policía, puedo confiarle mi secreto.
— Por supuesto que sí. ¿Cuál es?
—Vigilo los espíritus, siempre estuve seguro de que algo ocurría y tras la muerte de Oscar, mi seguridad creció.
— Entiendo, pero... ¿Los viste alguna vez?
— Sí. — La seguridad en su mirada casi llegó a convencerme.
— ¿Me puedes mostrar dónde están?
— Lo mejor siempre se deja para el final señor.
Una vez dicho esto el niño empezó a caminar y yo a seguirle, me mostró la parte restante del pasillo y luego me dirigió al primer piso.
— ¿Y ahora qué? —Inquirí.
— Aún tenemos mucho tiempo, iremos despacio, primero quiero mostrarle como empezó todo.
—¿Qué es todo?
— Todo, hasta el crimen.
— ¿Cuál crimen?
Ignoró mi pregunta y una vez más empezó a caminar.
Me mostró muchos lugares; el comedor, donde se reunían para jugar, el patio, la cocina, la biblioteca e incluso lugares que según él se les había prohibido penetrar sin autorización. En ningún momento bajó la guardia, siempre estuvo al asecho, como si alguien le estuviera asechando y tras tener al menos una hora con él también adopté esta actitud.
— ¿ Y ahora? —Consulté al verle parar en seco justo en el lugar del primer piso en que habíamos empezado.
— Le mostraré su madriguera.
— ¿De quienes?
— De ellos, ya se lo he dicho, siempre he estado al tanto de ello, nunca había tenido pruebas, nunca hasta hace seis meses. Hace seis meses empecé a notar cosas más extrañas de lo usual, fue una gran sorpresa, todo ocurrió justo antes de que empezara a creer en lo que me decían los demás. Ese día me quedé despierto hasta tarde, escuché pasos en el pasillo y decidí seguirlos, se dirigían hacia el patio trasero, por un momento temí, las monjas siempre nos prohibieron ir allí, pero necesitaba saber, los seguí con cautela y me quedé a una distancia razonable. Desde allí observaría a donde iban y al día siguiente regresaría y descubriría sus propósitos.
No supe que contestarle aunque habían cosas que me parecieron difícil de creer tenía la certeza de que en ello había algo de verdad.
— Muéstrame. — Le dije con entusiasmo.
— ¿ Me cree?
Nunca me había percatado de que significaba mentir. Ni siquiera estaba seguro de si le creía o no, pero sin darles más rodeos decidí darle mi respuesta más sincera.
— Casi estoy convencido, sólo me falta algo.
— ¿ Qué?
— Ver.
— Entonces te mostraré
Me tomó del brazo izquierdo con intención de guiarme, pero justo en ese momento alguien nos detuvo.
— El recorrido terminó.
Volteé el rostro para confirmar que la voz provenía de Olga.
— ¿Pasa alguna cosa?
— Para nada, es sólo que ya es tarde y Sebastian debe estar cansado, además creo que ya ha pasado el tiempo suficiente como para ver todo el orfanato, ¿no?
sebastian me miró de manera entristecida para luego encogerse de hombros.
— Tiene razón madre, ha pasado ya mucho tiempo. Gracias por la hospitalidad.
— No se preocupe, siempre será bienvenido.
Sus palabras no me parecieron sinceras.
— Gracias, tengo una última cuestión, ¿Le molestaría si vuelvo a visitar a Sebastian?
— ¿Lo adoptará?
— Para eso primero debo conocerle, ¿no cree? Los niños a esta edad ya han acogido sus mañas.
— Entiendo. Venga, le acompaño a la puerta.
— No se preocupe, conozco la salida.
Salí de allí aún más confundido de lo que había entrado.
Llamé a Esmelt y le pedí que cubriera mi turno; aceptó y yo me fui por primera vez a tomar unas copas en horario de trabajo.

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Experimento 908
Misteri / Thriller¿Salvar a unos o matar a otros? Esta es la question en Experimento #908. Todos los derechos del autor reservados. No al plagio.