1967.
"Y aunque los dos estemos condenados, si de algo hay que morir, quiero morir de amor, pero a tu lado"
Miró el reloj. Eran las ocho de la noche. Aún debía esperar una hora para poder llamar. Bostezó, el día había sido particularmente agotador y estaba dormitando en el sillón, mirando por la ventana. Otra vez miró el reloj, sólo habían pasado dos minutos más. Era extraño estar durmiéndose y a la vez tener los nervios a flor de piel, como cada día desde hacía casi un año. Mucho había sucedido en el medio, y aún seguía poniéndose nerviosa, pensando que alguien podía atender el teléfono en lugar de él, o que estaba intervenido, o...la verdad era que se ponía nerviosa sólo porque lo llamaba a él, como si fuera una chica de 15 años. En cierto modo se sentía así, como una adolescente llamando a escondidas de sus padres. El pensamiento la hizo sonreír, y sin darse cuenta, cayó dormida.
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Cuando entró a su casa, salió a recibirlo su perro Tiger y se preparó un té. El perro lo seguía pidiendo comida y se la dio. Recién eran las siete, pero tanto él como su perro se sentían muertos de hambre. En realidad no sabía si lo que sería en su estómago era hambre u otra cosa. Sacó del bolsillo su pasaje y sonrió. Claro que no era hambre, era ansiedad, eran las dichosas y estúpidas mariposas.
En la sala encendió la televisión pero sólo había noticias malas para ver, y una película que ya había mirado unas seis veces seguidas, cuando aún vivía con sus hijos. Los extrañaba, pero sabía que ahora estaban mejor, en una casa libre de gritos y con una madre con cada capricho cumplido. Separarse había sido la decisión más sabia de su vida y desde hacía tres meses que respiraba en paz. Todos le decían que la soledad no le iba a hacer bien, pero ¿quién dijo que estaba solo? Cada día a las ocho escuchaba la voz que más quería, y hablaban de sus cosas y se reían o lloraban y se despedían hasta el día siguiente.
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Despertó asustada por el portazo de un camión en la calle y miró la hora. Aún quince minutos. Siempre llegaba a las ocho en punto del estudio, era muy raro que lo hiciera antes porque sus amigos lo retenían para "hablar" porque pensaban que se sentía solo. Otra vez estaban juntos en secreto, pero esta vez tenía más sabor. Nadie se metía ni opinaba, tan solo estaban ellos, a un mundo de distancia, pero juntos desde el momento que se encontraron nuevamente.
Aún podía escuchar el silencio del aula ese día, hasta que una niña de voz chillona rompió el hechizo gritando "¡Es Ringo Starr!"
Costó un poco convencerla a ella y a sus compañeros que sólo era un hombre parecido, amigo de la profesora. Por suerte eran chicos crédulos que se conformaron con la explicación y aceptaron quedarse un rato solos mientras ella se lo llevaba a una de las aulas vacías.
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El último sorbo de té estaba helado, pero igual lo tomó. Tiger se había dormido a sus pies, y supo que debía encender la calefacción porque el ambiente se estaba poniendo tan frio como su té. Pero no pensaba ponerse de pie hasta que no terminara de recordar su carita sorprendida, sus ojos desconcertados llenos de algo indescifrable pero que rogaba fuera amor y no furia y odio. Supo lo bien que seguía mintiendo porque sus alumnos le creyeron y aceptaron quedarse solos para que pudiera hablar con su "amigo". Y luego lo arrastró a un aula vacía que le recordaba mucho a su aula del colegio y se quedó mirándolo y él de pronto olvidó todo el discurso que había preparado en el camino para pedirle perdón o por lo menos para decirle algo y no quedarse mirándola como la estaba mirando y maldiciéndose por eso. Pero ella siempre fue mucho más práctica así que lo besó y no necesitaron ninguna palabra para expresarse. Y después de unos minutos en los que se besaron, se abrazaron y lloraron sin todavía decirse nada, ella le dio su dirección y se fue, como había hecho tantas veces antes. Por un instante sintió que le había mentido, que esa dirección seguro no existía, pero tres horas después ella abría la puerta de un departamento en un barrio de clase media y le hacía el amor como tantas veces había soñado volver a hacerlo.
El teléfono sonó y se puso de pie de un salto.
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–Hola. –saludó con temor. Nunca podía estar segura de quién atendía, podía ser la chica de limpieza, o algún amigo, o su hijo, o peor, su ex esposa.
–Hola, amor. –sonrió con alivio al oír su voz.
–¿Recién llegaste?
–No, hoy vine a las siete. John no fue a grabar así que no me acosó para que vaya a su casa a tomar cerveza y charlar.
–¿Sigue con esa mujer rara, no?
–Sí, con la japonesa. Está loco. Y George tenía que irse para comprar un regalo para Kitty por su cumpleaños, así que pude escapar. Tengo una noticia: pasado mañana no tendrás que llamarme.
–¿Y eso por qué?
–¿Para qué vas a llamarme si estaré allí contigo?
–¿De verdad vas a venir? –casi gritó. En el tiempo que llevaban juntos sólo dos veces se habían visto y por muy pocos días.
–Sí, primero iré a Berlín para no levantar sospechas. Chany, esto así es complicado pero extrañamente me gusta.
–A mí también, será porque estamos acostumbrados a escondernos.
–En dos años prescribe tu causa. Vas a poder volver.
Se hizo un silencio al otro lado de la línea y luego un suspiro.
–Mejor no, Rich.
Asintió aunque sabía que ella no podría verlo. Siguieron charlando hasta que se despidieron hasta el día siguiente y ni bien cortó, subió a su habitación para armar su maleta.
Abrió el armario y cayó, como siempre, ropa de Chantal. Aún no se la había llevado, en un intento desesperado de componer las cosas y volver con él. La hizo un bollo y la arrojó otra vez adentro. Había tratado de que la separación fuera lo menos dolorosa posible pero ella no había entendido razones y había hecho mil escándalos hasta que él se cansó y le dijo que la dejaba por otra con la que hacia meses que estaba. Fue cruel pero fue la única forma de que ella lo odiara un poco como para aceptar la separación.
Armó su maleta con pocas cosas, esta vez estaría una semana en Colonia, pero no pensaba salir del departamento de Chanel, una porque no quería que nadie lo viera y otra porque no pensaba despegarse de su lado. Sonrió y negó con la cabeza.
–Es increíble lo loco que me sigues teniendo, Chanel. Y pensar que decían que sólo eras un capricho de jovencito.
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Dos días después, tocaba timbre mirando a todos lados como si fuera un delincuente que no quiere que lo descubran con las manos en la masa. Escuchó ruidos de pasos descalzos en el suelo y de inmediato se abrió la puerta.
–Hola Rich.
–Hola Chanel.
Se quedaron mirándose, como el primer día, con toda una vida por descubrir.
Hubo dos o tres que cayeron en mi trampa del anterior capitulo. Sí, el anterior era el ultimo, ¡pero faltaba el epílogo! (No me puteen, please)
Quiero agradecerles a quienes leyeron esta historia, que nació porque una compañera de la facultad andaba con su alumno (Daba clases en escuela de adultos y el pibe es un año mas chico que ella nada más) Como sea, su historia me sirvió. Así que Celeste no creo que leas esto nunca pero igual gracias jajaja.
Gracias a Kitty, esa pobre criatura que metí en el mundillo de los fanfics, por todas sus opiniones e ideas, particularmente la del baile...
Debo decirles que si bien escribí muchos fanfics y no sólo de los Beatles, este es el primero en el que me sentí libre, porque no me importaban ni las fechas ni la moral ni la realidad, ni nada. O sea, que todo lo que se me ocurrió poner lo puse, al contrario de todos los fics anteriores donde me autoreprimía.
Ahora sí, me voy, saludos y nos vemos en el próximo fic.
#ForeverChango
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School Days with Ringo
FanfictionLa aburrida y rutinaria vida de la profesora Chanel tendrá un inesperado cambio cuando a una de sus clases más revoltosas llegue un alumno nuevo.